Y si en lo que se ve, hay un engaño

¿Y si en lo que se ve, hay un engaño; si lo que aparece, encubre lo que está en el fondo…?  Se puede suponer que la ideología es la manifestación de una mentira y que en otro lado está lo que es y que se presenta de otra manera, se enmascara. Entonces, el lenguaje no presenta sino que oculta, la comunicación no aclara sino que engaña.

Si se asume está paradoja – una realidad falsa, un lenguaje mentiroso y una comunicación engañosa – las maneras en que se presenta la moral (lo bueno y lo malo) se trastocan: la buena comunicación es la concreción del engaño, el buen lenguaje realiza la mentira y la realidad verdadera es presentación falsa.

La ideología dominante (que quede con apellido, de una vez por todas) haaría aparecer lo falso como realidad, el engaño como comunicación y la mentira como lenguaje. Se haría dominante encubriéndose y trastocándose, esos serían sus rasgos básicos.

¿Y si la ideología dominante no está sola y, para su desgracia, convive con otras ideologías? Entonces, sus paradojas se convierten en los modos en que ella señala a las ideologías que se le enfrentan (alternativas, se dice por ahora); haciéndolas aparecer como falsas, mentirosas y engañosas. La ideología dominante se oculta de tal manera que imposta la forma de lo natural, de lo normal, de lo universal, de lo único, de lo verdadero, de lo cierto con su modo particular y específico. No solo se encubre, al trastocarse; sino que señala a las otras ideologías con sus rasgos, llamándolas falsas, mentirosas y engañosas. Encubriéndose y trastocándose, la ideología dominante aparece como única, veraz y cierta.

¿Y si todo fuese color de rosa (¡qué expresión más propia de la ideología dominante!) y nada se revelara extraño; como si todo fuera acostumbrado, normal y sin hendiduras, pulcro, perfecto y adecuado… es posible que la ideología dominante sea feliz (¡otra expresión dominante!)? Pero suele pasar que hay ciertas imperfecciones, algunos inconvenientes, algunas fisuras, uno que otro problema, algo que no se mantiene como es debido (¡otra expresión dominante más!); esos ruidos molestos se pueden llamar síntomas: señales de que otra cosa está pasando, algo que pasa y que, a la vez, desvela el proceso de encubrimiento y enmascaramiento que es propio de esta ideología dominante, su forma de funcionamiento, la manera en que se hace.

Cuando se usa la expresión «forma» no se está hablando de la forma por oposición al contenido, el significante frente al significado, no se está en la relación propia de la referencia o de la significación. Estas son relaciones que están bien avenidas con la ideología dominante; pues, gracias a ellas, se ha hecho pasar una idea abstracta como eje de la realidad concreta, se hace pasar a la abstracción como esencia de las cosas (ver los Saberes abstractos…). Es como si se hablase de una ideología que hace referencia a los contenidos (ideas) que tienen una forma de presentarse y que el meollo del asunto es llegar al contenido y su manera de presentarse, algo así como tomar conciencia; pero el asunto de esta forma ideológica está en otro lugar, con otro énfasis.

El síntoma no se refiere solamente a ciertos contenidos ocultos que se expresan de una manera específica, contenidos que emergen de un modo que los denuncia como engaño. Aquí la forma es la manera que toma la ideología dominante para enmascararse y, con ello, ocultarse; se oculta gracias a que no aparece como es sino como le es conveniente a ella aparecer (mistificación). La forma de esta ideología dominante no se refiere a la manera en que aparece el contenido, sino a su forma propia: el modo de encubrimiento y enmascaramiento de esta ideología.

Al llegar a este punto es necesario expresar que se ha pasado de la ideología a la ideología dominante y se entra a «esta ideología dominante». Con ello, lo que se expresa es que esta ideología dominante funciona con el encubrimiento y el enmascaramiento y que eso no es propio de otras ideologías. Esta ideología dominante es la capitalista, entonces se está en condición de decir que el capitalismo se caracteriza por ser y tener una ideología que tiene la forma del encubrimiento y el enmascaramiento.

El truco está en separar la aparición, el contenido y la forma en que se oculta y se hace pasar otra cosa (que es lo que el síntoma revela). Aquí la forma no está en la expresión del contenido, sino en la «forma» que usa la ideología para ocultarse y enmascararse… Esa «forma de mistificarse» define la relación entre la manifestación y el contenido, los hace funcionar de una manera específica: el contenido parece darle forma a la manifestación, pero ello es solo una manera en que se expresa ese encubrimiento y enmascaramiento, es parte de lo oculto y de su presentación.

Todo parece requerir de una abstracción que, a su vez, parece que genera las cosas; y no que ella (la abstracción) fuese un práctica humana concreta, una expresión de la materialidad humana que produce la vida concreta (un modo de producción material que crea una ideología que aparece como abstracta).

Es un pensamiento que parece tener vida propia, que está existiendo por fuera de las acciones concretas, de la materialidad de los seres humanos y que, paradójicamente, determina el pensamiento y las acciones humanas. Es una abstracción que establece un orden formal de donde todo parece (debe) emerger y a donde todo parece (debe) remitirse.

El pensamiento, entonces, no parte de las acciones concretas, de la materialidad de la acción; sino de un ente abstracto que parece crear, por sí solo, a las acciones, a las cosas y a los pensamientos. Las acciones entonces no parten de las prácticas concretas y materiales sino de un ente abstracto que parecer crear, por sí solo, a las prácticas y a las acciones. El lenguaje y la comunicación funcionan como peces en el agua en esta sopa ideológica que el capitalismo se ha construido como abstracción-real.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Žižek, S. (2003). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.


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