Estructura y capital…

El conocimiento está organizado según una estructura, lo que da por sentado dos supuestos: uno, que el conocimiento se refiere a algo que está allá afuera (objeto) y que se abstrae (piensa) y, segundo, que su forma es la estructura, la organización de una cosa abstracta en una figura abstracta (formalismo, lógica).

Ambos supuestos son simplemente modos en que occidente ha organizado su vida colectiva y forman parte de la manera en que la modernidad se ha organizado para hacer posible que el capitalismo se expanda como único modo de producción de la vida. Ambos supuestos son funcionales con el modo de vida capitalista.

Sobre la manía de poner todas las mediaciones materiales y determinaciones sociales como expresión de una entidad inmaterial, universal y eterna se ha tratado en otro lugar (mirar Saberes abstractos…). Ahora se ira hacia la figura de la estructura, que es la manera en que el formalismo trata de auto-engendrarse.

La estructura hace que todos los modelos se le espejen, hace que la realidad se haga comprensible, o que el objeto pueda ser aplicado. Serres dice al respecto: «una estructura es un conjunto operacional con significación indefinida, que agrupa elementos, en número cualquier, de los que no se especifica el contenido, y relaciones, de número finito, de las que no se especifica la naturaleza, pero de las que se define la función y ciertos resultados relativos a los elementos. Suponiendo entonces que se especifique, de una manera determinada, el contenido de los elementos y la naturaleza de las relaciones, se obtiene un modelo (un paradigma) de esa estructura: por lo tanto, ésta última es el análogo formal de todos los modelos concretos que organiza.» (1996, p. 35)

La realidad está determinada por la forma que le otorga una estructura. La estructura no solo organiza lo que se ve desde un «conjunto operacional» sino que, a su vez, organiza la forma en que se ve (para explorar el modo de funcionamiento de la forma en el modo ideológico del capital ver Y si en lo que se ve hay engaño); se estructura la percepción y lo percibido; se estructura el pensamiento y lo pensado; se estructura la palabra y la cosa, la cosa y la idea. Ese es el poder de la estructura: funciona independientemente de la realidad que ella parece crear, se presenta como productora de la realidad y de la materialidad. El contenido de los elementos (materiales) y la naturaleza de las relaciones (sociales) son simples extensiones de su dominio abstracto (modelos que la expresan), la estructura es una figura inmaterial que determina la materialidad como si ella estuviese por fuera de esas condiciones materiales, como si ella no fuese producto de las relaciones sociales y de los elementos materiales a los que pretende modelar.

El asunto es fundamental para la reproducción del metabolismo del capital; estructura una dinámica abstracta y formal que hace aparecer lo material y lo socialmente  como determinado por la abstracción racional y formal que se presenta como universalmente válida en el marco del modo de producción imperante. Este ejercicio de «universalización» de la racionalidad y del «formalismo» del capital se enlaza con tres intereses ideológicos en el plano de la conciencia social:

«1) La transformación abstracta/reductora de las relaciones humanas directas en conexiones materiales y formales cosificadas, simultáneamente mediadas y oscurecidas por las mediaciones de segundo orden del sistema productivo y distributivo capitalista, formalmente jerarquizadas y legalmente protegidas. Las rupturas prácticas y las separaciones formales de la producción de mercancías generalizada, con su inexorable tendencia a la «universalidad» —equivalente, en el último análisis, a constituir un modo de dominación históricamente único, al que ninguna sociedad de este planeta puede escapar—, se pueden identificar:

a) en la alienación al trabajo viviente de las condiciones de la actividad productiva resuelta, y su conversión en «trabajo muerto» o cosificado como capital;

b) la expropiación y conversión de la tierra en mercancía alienable (o vendible), y la determinación formal de su parte «legítima», como arriendo, en el sistema general de la producción capitalista; y

c) la extensión universal de los imperativos deshumanizadores de la producción e intercambio de mercancías sobre todas las áreas del intercambio humano, incluidos los reguladores «espirituales» tradicionales del metabolismo social. Todo esto se ve rodeado, sancionado, protegido en su carácter aparte formal, y más o menos controlado por un sistema legal formalmente codificado, ejercido por los varios órganos del Estado capitalista, para así adaptarse, y fortalecerlo, al formalismo práctico subyacente del propio sistema productivo.

2) La articulación formalmente consistente y la difusión general de las «igualdades» (o «equivalencias») requeridas:

a) por el funcionamiento práctico del mecanismo productivo y distributivo del capital;

b) por el desarrollo global del  sistema del capital mediante la afirmación de su irresistible «universalidad» (que constituye, por supuesto, una seudouniversalidad, ya que es una formación histórica estrictamente  determinada y limitada, que tiene que reclamar para sí el estatus de eterna  validez); y

c) la legitimación ideológica de la producción generalizada e intercambio de mercancías como el solo y único sistema social inobjetable, sobre la pretendida fundamentación de que regula el intercambio de todos los individuos basándose en la «igualdad», en concordancia con los «Derechos del Hombre». (y, por  supuesto, en conformidad con esto último, se conviene —sobre la base de la  pretensión doblemente afortunada y conveniente— que la codificación capitalista  de los «Derechos del Hombre» no sólo se deriva directamente de las reglas  formales de la Razón misma, sino también que está en perfecta sintonía con las determinaciones más profundas de la «naturaleza humana» como tal.); y

3) La eliminación, a la vista, de la dimensión histórica de la vida socioeconómica —tanto en dirección al pasado como al futuro— gracias a la perversa metamorfosis categorial resultante de las prácticas abstractas/reductoras, y sólo en un sentido formal igualadoras, que prevalecen en los intercambios materiales mismos y, al mismo tiempo, hallan sus equivalencias conceptuales mistificadoras en el nivel de la teoría filosófica y social.» (Mészáros, 2011, pp 30 – 32).

Entonces en la estructura, con su formalismo y universalización, se levanta el enmascaramiento que supone que el sistema de producción capitalista es de carácter inobjetable, justo y ahistórico. Atrapadas en esta estructura formal, las condiciones de cambio implican transformaciones estructurales fundamentales en una dimensión temporal amplia; es decir, el cambio social radical comienza ahora y continúa por un tiempo indefinido hasta que sus condiciones puedan irse afirmando como trasnformaciones profundas en medio de una dinámica de conflictividad social inherente al pensamiento y transformación social.

De cierta forma, la creación de otras formas de conocimiento, de pensamiento y de ciencia están relacionados con la materialidad de la producción de la vida y con las determinaciones históricas de las relaciones sociales; están vínculadas con la realidad concreta que determina la vida de millones de seres humanos y no con la mistificación que las ha convertido en meros elementos del intercambio de mercancías para la valorización del capital.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Serres, M. (1996). La comunicación: Hermes I. Barcelona, España: Editorial Anthropos.


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