Experimentación… más allá del significado, más acá del significante

Ir desenvolviendo “lo que se dice”, inmiscuirse con otro, es tomar otra posición, serse otro, es asumirse de otra manera. Ello supone que hay una posición que se mantiene y que parece que fuera permanente, como si algo existiera fuera de la experimentación. Lo que pasa en la experimentación no puede estar predicho; pues, entonces, deviene experimento con pasos y datos, eso que se llama sistematicidad. La experimentación es más volátil, menos previsible, más aleatoria.

En “lo que se dice” hay que dejarse llevar con la atención presente, es divagar atentos; porque si no, no pasa nada, no se dice, ni se escucha, no sucede ninguna experiencia; pasan cosas pero no experiencias. Entonces, desenvolver es experimentar y experimentar es dejar de ser, permitirse divagar atentos: trabajo, rebelión y creación, diría Zaratustra según Estanislao Zuleta (1982, p. 3).

No somos unos que nos enfrentamos a otros para hacer un nosotros, somos nosotros haciéndonos y deshaciéndonos constantemente; no hay una individualidad que se topa con otra, sino que estamos tejidos por la experiencia que hacemos suceder y que nos hace suceder. Eso de la identidad es un peso, un estorbo, una molestia que se nos ha impuesto como modo de relación social, que aparece como necesaria para ser dentro de las coordenadas de la ideología dominante. Si no somos individuos no somos nada y eso es solo ideología dominante: ser en tanto individuo.

Nos hacemos gracias a las jugadas, a los lances que nos enviamos, a los nosotros que provocamos. No nos hacemos por la suma de lo que somos, sino por lo que hacemos suceder; por la experiencia que nos provocamos, por lo que nos incitamos. No hay un autor previo, ni un código anterior, ni un lector posterior (Zuleta, 1982, p. 10). No hay sujetos antes del hecho, de la experiencia, del verbo; solo hay un nosotros tejido en el verbo, en la acción, en la experimentación. Nada nuevo aparece a partir de los sujetos individuales que se topan, solo suceden similitudes, lo mismo que se repite, es constatar que nada cambia y que todo es lo mismo, la ideología dominante una vez más.

El texto escrito no existe antes de que por él pase la lectura y ella no pasa para restituir un sentido o una palabra primera del autor; la lectura es impredecible, incierta, está abierta. Zuleta nos dice «no es propiedad de nadie el sentido de lo escrito. “Este sentido es un efecto incontrolable de la economía interna del texto y de sus relaciones con otros textos; el autor puede ignorarlo por completo, puede verse asombrado por él y de hecho se le escapa siempre en algún grado: Escritura es aventura, el “sentido” es múltiple, irreductible a un querer decir, irrecuperable, inapropiable. “Lo anterior es suficiente para disipar la ilusión humanista, pedagógica, opresoramente generosa de una escritura que regale a un “Lector Ocioso” (Nietzsche) un saber que no posee y que va a adquirir”» (1982, p. 10)

Referencia.

Zuleta, E. (1982). Sobre la lectura. Recuperado de https://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-99018_archivo_pdf.pdf


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