Sobre lo comunitario capitalista

«A primera vista, el mundo parece una multitud de soledades amuchadas, todos contra todos, sálvese quien pueda, pero el sentido común, el sentido comunitario, es un bichito duro de matar. La esperanza todavía tiene quien la espera, alentada por las voces que resuenan desde nuestro origen común y nuestros asombrosos espacios de encuentro.

Yo no conozco dicha más alta que la alegría de reconocerme en los demás. Quizás ésa es, para mí, la única inmortalidad digna de fe. Reconocerme en los demás, reconocerme en mi patria y en mi tiempo, y también reconocerme en mujeres y hombres que son compatriotas míos, nacidos en otras tierras, y reconocerme en mujeres y hombres que son contemporáneos míos, vividos en otros tiempos.

Los mapas del alma no tienen fronteras»

Eduardo Galeano (Jornada, s. f.).

¿De qué habla Eduardo Galeano? Habla de nuestros días, de la manera en que vivimos y del empeño de vivir en medio de las condiciones que se van fraguando con el trabajo. El trabajo humano es una praxis colectiva y común, es construcción desde y de comunidad. Entonces, la comunidad no es una cosa que existe antes o por fuera de la acción colectiva humana, no es un dato sino un producto-productor. La manera en que vivimos es producto del trabajo humano. La vida que vivimos y la comunidad son productos del trabajo colectivo y común.

Nacemos en una vida comunitaria que viene andando y nos han enseñado a suponer es así desde siempre. Aún más, suponemos que así es aquí y allá. Pero, esas suposiciones forman parte de una manera de vivir y, por lo tanto, son productos del trabajo humano, del trabajo de humanos concretos, materiales y específicos. Hay unos humanos que dicen (producto del trabajo): hay UNA manera de vivir que así ha sido desde que «su dios» la hizo (otro producto del trabajo humano).

Aquí y ahora vivimos en condiciones históricas específicas que son productos del trabajo humano y que se presentan como únicas, eternas y universales. Aún más, son productos de un tipo específico de modo de producir: el modo capitalista. En el modo capitalista de producción se dice que hay UNA ÚNICA UNIVERSAL Y ETERNA forma de vivir. Aquí y ahora vivimos en relación con el modo capitalista de producción, rodeados y enfrentados, confrontados con él.

El modo capitalista de producción nos hace suponer que somos una multitud de individuos que, en su autonomía, libertad y privacidad, se enfrenta para obtener beneficio particular y que esa multitud enfrentada para sobrevivir cada quien con lo suyo (los suyos) es lo que se conocerá como comunidad.

La comunidad específica y particular del modo capitalista de producción es posible porque se soporta en cosas inmateriales (el valor y sus formas: beneficio, ganancia, interés, dinero y capital) que le dan existencia a las cosas materiales. El lugar que determina la forma en que se vive en ese modo capitalista de producción es el «mercado».

En el mercado todo es porque, en el modo de producción capitalista, se convierte en mercancía, en cosas que se producen para el intercambio porque parecen tener valor propio. Intercambio que sustenta la realización del valor. Valor que mágicamente parece incrementarse en el intercambio en el mercado, a la espalda del trabajo humano, haciéndose mayor, plus valor. Plus valor que en su movimiento, en forma de dinero, se transforma en capital (Marx, 2007).

Este mundo del modo capitalista de producción se presenta como la realidad de las cosas concretas, como la materialidad de la vida. Las cosas producidas por la acción humana o por la acción de la madre Tierra, la Pachama, poseen valor en sí mismas. Los seres humanos tienen valor, los vientos tienen valor, las plantas tienen valor, las aguas tienen valor, los animales tienen valor, los fuegos tienen valor, los sueños tienen valor, las ideas tienen valor… En tanto tienen valor se encuentran en el mercado, se venden-compran según su precio. Se hacen reales cuando pasan por el mercado.

Esta forma de comunidad, lo comunitario del capitalismo, es eso: una forma particular, un tipo específico, una manera histórica, un modo singular de un grupo de seres humanos, una clase social en el modo capitalista de producción: los capitalistas. Entonces vivimos en una forma capitalista de comunidad que se nos aparece como UNA ÚNICA UNIVERSAL Y ETERNA. En relación con ella, las otras formas de producción son calificada como secundarias, equivocas, subordinadas, parciales y limitadas. Entonces, el modo de vida capitalista se presenta, se impone, como la única vida. Esa mistificación del capitalismo hace creer que esa condición histórica es eterna, esa particularidad es universal, esa manera es única y ese modo es uno (Mészáros, 2011).

Referencias

Marx, K. (2007). El capital: Crítica de la economía política. Libro I, II y III. Akal.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Ediciones de la  Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Jornada, La (s. f.). Eduardo Galeano: “El sentido comunitario de la vida es la expresión más entrañable del sentido común”. Recuperado 28 de abril de 2022, de https://www.desdeabajo.info/mundo/item/13211-eduardo-galeano-%E2%80%9Cel-sentido-comunitario-de-la-vida-es-la-expresi%C3%B3n-m%C3%A1s-entra%C3%B1able-del-sentido-com%C3%BAn%E2%80%9D.html

 


Trabajo y conocimiento I

El trabajo es un proceso de transformación del entorno y del ser humano que es puesto en movimiento por la acción humana en el entorno y es parte del modo de producción de la vida. El modo de conocimiento depende del modo de producción de la vida desencadenado por la acción humana.

El conocimiento, en la época del capital, es parte integral del modo en que este se despliega. El capital tiene un modo de conocimiento que lo alimenta: difunde contenidos y formas capitalistas. Sobre estas últimas, tratarán estos escritos.

Marx dice:

«el trabajo es el proceso entre hombres y naturaleza, un proceso en el que, mediante su acción, el hombre regula y controla su intercambio de materias con la naturaleza. Se enfrenta a la materia de la naturaleza como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad, brazos y piernas, manos y cabeza, para apropiarse de los materiales de la naturaleza en una forma útil para su vida. Al actuar mediante este movimiento sobre la naturaleza exterior a él y cambiarla, transforma al mismo tiempo su propia naturaleza. Desarrolla las potencialidades que dormitan en él y somete el juego de sus fuerzas a su propio dominio» (2000. P. 241).

El trabajo permite que los seres humanos produzcan los medios para satisfacer sus necesidades y, con ello, cambian el entorno físico, biológico y social y se cambian a sí mismos.

Se partirá de una suposición provisional: el modo en que se conoce, la manera en que se configura el conocimiento, hace parte del modo en que los seres humanos producen la vida. Es decir, según los modos de producción de la vida se organizan los modos de conocimiento.

El conocimiento forma parte del trabajo humano en cuanto fuerza de su corporeidad. El modo de conocimiento forma parte del proceso de intercambio del hombre con el entorno según los modos históricos de producir la vida.

El conocimiento se lleva a cabo según los modos de producción históricos y está determinado por los elementos centrales de esos modos de producción, de esas relaciones de producción que, a su vez, definen modos de relación social. El conocimiento es producto de las relaciones sociales en cuanto parte del modos particulares, históricos y culturales, de producir la vida.

El conocimiento es una producción humana histórica y cultural por lo que, el modo del conocimiento en la época del capital funciona bajo su manera dominante: la mistificación. En la mistificación la forma aparece como materia y la materia parece determinada por la forma.

Las formas que toma la materia aparecen como determinantes de la materia, como materia y, a su vez, la materia parece como expresión de las formas. Se revisará el poder que toman las formas en el modo de conocimiento y se presentará cómo esto es parte del modo capitalista de conocimiento  (mistificación).

En el modo de producción centrado en el capital la forma aparece como sustancia y la sustancia parece depender de la forma: el dinero (forma del valor) aparece como sustancia y como productor de más valor, como capital. El capital es la transformación (cambio de forma) del dinero según cierta forma de circulación. Y es esta transformación del dinero como capital la que define la relación entre los seres humanos y de estos con el entorno, define un modo de trabajo: el trabajo asalariado.

«La circulación simple de mercancías – la venta para la compra – sirve de medio para un fin último situado fuera de la circulación, la apropiación de valores de uso, la satisfacción de necesidades. La circulación del dinero como capital es, por el contrario, fin absoluto, pues la valorización del valor sólo existe dentro de este movimiento constantemente renovado. De ahí que el movimiento del capital sea ilimitado.

Como agente consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. Su persona, o mejor dicho, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero.  El contenido objetivo de esta circulación – la valorización del valor – es su fin subjetivo, y sólo actúa como capitalista, como capital personificado, dotado de conciencia y de voluntad, en la medida en que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación progresiva de riqueza abstracta. Así, pues, el valor de uso no puede considerarse nunca como fin inmediato del capitalista.» (Marx, 2000. Pp. 206 – 207)

La «forma» que toma el dinero (que a su vez es «forma» del valor): el capital, constituye al sujeto, lo hace capitalista. Este, el sujeto poseedor de dinero en la circulación del dinero, es solo la personificación de una «forma de valor»: el capital. La forma constituye a la materia; el sujeto es en tanto la forma que lo hace, en tanto participa de una forma de circulación: la del dinero.

La forma constituye a la sustancia, a la materia. En el conocimiento algunas expresiones de esta forma son: el método es conocimiento, la representación es conocimiento o la estructura es conocimiento (ver Estructura y capital…). Por fuera de la materia, en la forma: la estructura, la representación o el método, se constituye el conocimiento. Es la forma la que configura al conocimiento.

La materia (el conocimiento) depende de la forma (método, estructura o representación), la forma determina a la materia. El conocimiento es según la forma que toma y la forma, en sí mima, es independiente de la materia. La «forma» le da forma a la materia, no la expresa, o manifiesta, sino que la configura.

Hay una base material en la acción humana que está asociada con el trabajo como parte de la producción de vida y, a su vez, esa base material solo puede ser conocida por la acción práctica. Es decir, la forma es una manera en que la materia se manifiesta, es producto de la acción humana que, por medio del trabajo, provee los elementos materiales para su vida. La forma está supeditada al fin de la acción concreta y material del ser humano, expresada en su trabajo: la forma es expresión de la materia.

Marx (2012) expone el conflicto de las formas como reino autónomo de las condiciones terrenales, materiales:

«Feuerbach parte del hecho de la autoextrañación religiosa, de la duplicación del mundo en dos, uno religioso y otro terrenal. Su trabajo viene a limitarse a la reducción del mundo religioso a su base terrenal. Pero que la base terrenal se alce sobre sí misma y cristalice en un reino autónomo en las nubes es cosa que sólo a partir del autodesgarramiento y de la autocontradicción de esta base terrenal puede resultar inteligible. En sí misma ésta ha de ser, pues, tanto comprendida en su contradicción como revolucionada prácticamente» (P. 406).

Hay una práctica que pone en contradicción la imposición de la forma sobre la materia, la formalización del conocimiento como idealización o materialización contemplativa. Esa materialidad sensorial y sensible en la actividad práctica es una acción humana que aquí se aborda como trabajo y que está íntimamente relacionada con el conocimiento como acción, como trabajo humano.

Referencias

Marx, K. (2000). El Capital. Crítica de la economía política. Libro I. Tomo I. Madrid, España: Ediciones Akal, S. A.

Marx, K. (2012). Textos selectos y manuscritos de París. Manifiesto del Partido Comunista con Friedrich Engels. Critica del Programa de Gotha. Madrid, España: Editorial Gredos, S. A.


La materialidad del lenguaje

El lenguaje es una forma de mediación de los seres humanos con las condiciones materiales de la existencia (entorno material) y, en tanto tal, es un modo específico de producción social de la vida.

Como producto social humano, el lenguaje está determinado por esta mediación y, a su vez, la determina. Es producto y productor de formas de medicación humana.

Por lo tanto, el lenguaje es producción social humana, no hay entidades suprasensibles o trascendentes que lo gesten; sino que es resultado de la acción social y material humana para producir y reproducir la vida; es producto del trabajo humano.

El lenguaje es resultado de la producción social de la vida y, a su vez, cambia esa producción social de la vida, la modifica, la hace otra.

Con el lenguaje, la mediación del ser humano con las condiciones materiales de existencia toma la forma de mediación en y con el mundo. El mundo es producido por el lenguaje como escenario donde se presenta cierto tipo de mediaciones con el entorno material.

El lenguaje es producto de la acción humana; mejor aún, es producto de las interacciones sociales del ser humano con el mundo, con el mundo humano. El mundo humano es producto de la interacción del ser humano con la tierra, con el entorno biótico y abiótico; depende de él y, a su vez, lo modifica.

Hay, en la base del lenguaje, una materialidad necesaria y ella no aparece como un elemento dependiente del escenario humano, sino que es generadora y determinante del escenario humano.

El lenguaje es una forma de mediar la vida humana con los objetos del entorno material; el lenguaje es mediación humana con la materialidad que determina el metabolismo social, dentro del cual está el lenguaje.

En el estudio sobre la aparición del lenguaje oral en los niños pequeños de Lev Semionóvich Vygotsky, la relación de la materialidad con el lenguaje se hace presente.

Vygotsky cuestiona la perspectiva que supone que los niños se relacionan con las palabras y los objetos como si conocieran, dedujeran o descubrieran que los vincula el significado. En ese texto, Vygotsky critica el enfoque donde pareciera que el objeto portara significado propio y el niño se relacionara no con el objeto sino con una representación de él: la palabra que lo designa. Como si el niño pudiera comprender que a cada objeto le corresponde un significado que se expresa, se representa, en la palabra.

La relación de la palabra con el objeto es externa al significado, dice Vygotsky:

«el niño domina simplemente la estructura externa del significado de la palabra, él asimila que a cada objeto le corresponde su propia palabra, domina la estructura que puede unificar la palabra y el objeto, de forma que la palabra que identifica al objeto venga a ser propiedad del propio objeto.» (p. 175)

Esa relación entre la palabra  y el objeto, el sonido y la cosa es material. Con el objeto se conecta una palabra, no un nombre que lo designa, sino una palabra que lo relaciona con el niño, con la acción del niño, con su voz.

El sonido que pronuncia el niño, la palabra, lo conecta con un rasgo del objeto, con la percepción de la forma total del objeto (gestalt). La palabra es acción con el objeto, en tanto forma sensorial percibida; no representación de él.

El lenguaje oral es una acción del niño con el objeto, es la mediación material con el objeto; es el que vincula la palabra al objeto, o el objeto con el niño. La palabra hablada del niño, la voz, es la acción humana que media la acción con el objeto y esa acción es lenguaje material.

Vygotsky parte de dos elementos materiales; o mejor, de la materialidad de dos elementos presentes en la acción del niño: la palabra y el objeto y analiza los modos en que varían, o cambian, las acciones del ser humano con ellos.

En el modo en que una palabra pasa a conectarse con otro objeto, en que se usa en la acción con otros objetos, en ese cambio que surge en la acción del ser humano entre las palabras y los objetos, aparece lo que es la historia.

La historia es el elemento central para estudiar los cambios en las maneras en que se configuran las relaciones del ser humano con su entorno, en las maneras en que se produce y reproduce la vida, en las maneras en que se transforman los conflictos entre los modos de producción de la vida.

En su texto, Vygotsky estudia la manera en que las palabras aparecen, en la lengua, como parte de la historia de las relaciones entre el ser humano y los objetos:

«La historia de toda palabra demuestra que su aparición estuvo ligada a una determinada imagen. Después según las leyes del desarrollo psicológico, tales palabras dieron origen a otras. Así pues, las palabras no se inventan, no son el resultado de condiciones externas o decisiones arbitrarias, sino que proceden o se derivan de otras palabras. A veces, las nuevas palabras surgen por haberse transferido el viejo significado a nuevos objetos.» (p. 177)

Las palabras pueden conectarse con los objetos, en las lenguas, a través de imágenes de los objetos, o sin imágenes. Esas imágenes no son, inicialmente, representaciones abstractas o fotografías de los objetos; sino que se refieren a rasgos del objeto a los que, como parte de él, se conectan: una gestalt, parte, o forma, que configura el todo.

Aquí el significado se presenta como un rasgo de las palabras que se conecta con ciertos aspectos de los objetos, con partes que se configuran como el todo del objeto.

Ese decir, en su acción con los objetos, los seres humanos fueron usando palabras que se conectan a partes de los objetos que configuran un todo de ellos; y en ese uso, la palabras fueron siendo usadas en la relación con otros objetos; lo que las llevó a transformarse y a conectarse con unos rasgos totales de unos objetos pero aplicados a nuevos objetos. Ese tránsito, ese cambio es lo que Vygotsky llama la historia de las palabras.

Esa historia no es fruto de una convención, ni de una acción arbitraria; sino que es producto del uso de las palabras en las acciones del ser humano con el mundo material.

La historia de las palabras es producto de un lenguaje que es material, en tanto se concreta en lenguas que se construyen históricamente por la acción del ser humano con los objetos, con la imagen total de esos objetos.

En Vygotsky no hay un lenguaje que exista fuera del ser humano ni aparte de la acción concreta del ser humano; incluso, la lengua es producto de la historia en el uso material de las palabras, de la historia de las palabras producida por la acción social humana.

«las palabras no se originan arbitrariamente, sino siempre en forma de signo natural relacionado con una imagen o una operación; en el lenguaje infantil los signos no aparecen como inventados por los niños: los reciben de la gente que les rodea y tan sólo después toman conciencia o descubren las funciones de tales signos.» (p. 179)

Finalmente, el trabajo sobre la relación material de las palabras y los objetos es producto social humano; la conexión entre la palabra y el objeto no es intrínseca a la relación significante sino externa; es decir, es acción humana material y social.

La construcción del lenguaje no está en la palabra, ni en el objeto; sino en la relación social de los seres humanos con los objetos por medio de la materialidad de las palabras; que luego instaura las funciones del significado. Es producto de la actividad social humana sobre el mundo.

«En el niño, que recibe cada palabra concreta de nosotros, se establece una conexión directa entre la palabra dada y el objeto correspondiente. Esa conexión o reflejo condicionado se origina en el niño por vía natural, ya que el niño no descubre ningún signo nuevo y (ni) utiliza la palabra como signo del objeto dado.» (p. 180)

La acción social humana está determinada por las condiciones materiales de vida; esa materialidad, como determinante, también está presente en la manera en que el niño usa los sonidos, como parte del lenguaje oral, para actuar en el mundo, con los objetos.

Es decir, el lenguaje oral, como mediación humana, está determinado por las condiciones materiales de vida; es manifestación de la materialidad de la vida humana. El lenguaje oral en los niños pequeños forma parte de las acciones sociales de los seres humanos en la producción material de la vida.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la  Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Vygotsky, L. (1960). Desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Moscu, URSS: Comisión editorial para la edición en lengua rusa. Academia de Ciencias Pedagógicas de la URSS.


Estructura y capital…

El conocimiento está organizado según una estructura, lo que da por sentado dos supuestos: uno, que el conocimiento se refiere a algo que está allá afuera (objeto) y que se abstrae (piensa) y, segundo, que su forma es la estructura, la organización de una cosa abstracta en una figura abstracta (formalismo, lógica).

Ambos supuestos son simplemente modos en que occidente ha organizado su vida colectiva y forman parte de la manera en que la modernidad se ha organizado para hacer posible que el capitalismo se expanda como único modo de producción de la vida. Ambos supuestos son funcionales con el modo de vida capitalista.

Sobre la manía de poner todas las mediaciones materiales y determinaciones sociales como expresión de una entidad inmaterial, universal y eterna se ha tratado en otro lugar (mirar Saberes abstractos…). Ahora se ira hacia la figura de la estructura, que es la manera en que el formalismo trata de auto-engendrarse.

La estructura hace que todos los modelos se le espejen, hace que la realidad se haga comprensible, o que el objeto pueda ser aplicado. Serres dice al respecto: «una estructura es un conjunto operacional con significación indefinida, que agrupa elementos, en número cualquier, de los que no se especifica el contenido, y relaciones, de número finito, de las que no se especifica la naturaleza, pero de las que se define la función y ciertos resultados relativos a los elementos. Suponiendo entonces que se especifique, de una manera determinada, el contenido de los elementos y la naturaleza de las relaciones, se obtiene un modelo (un paradigma) de esa estructura: por lo tanto, ésta última es el análogo formal de todos los modelos concretos que organiza.» (1996, p. 35)

La realidad está determinada por la forma que le otorga una estructura. La estructura no solo organiza lo que se ve desde un «conjunto operacional» sino que, a su vez, organiza la forma en que se ve (para explorar el modo de funcionamiento de la forma en el modo ideológico del capital ver Y si en lo que se ve hay engaño); se estructura la percepción y lo percibido; se estructura el pensamiento y lo pensado; se estructura la palabra y la cosa, la cosa y la idea. Ese es el poder de la estructura: funciona independientemente de la realidad que ella parece crear, se presenta como productora de la realidad y de la materialidad. El contenido de los elementos (materiales) y la naturaleza de las relaciones (sociales) son simples extensiones de su dominio abstracto (modelos que la expresan), la estructura es una figura inmaterial que determina la materialidad como si ella estuviese por fuera de esas condiciones materiales, como si ella no fuese producto de las relaciones sociales y de los elementos materiales a los que pretende modelar.

El asunto es fundamental para la reproducción del metabolismo del capital; estructura una dinámica abstracta y formal que hace aparecer lo material y lo socialmente  como determinado por la abstracción racional y formal que se presenta como universalmente válida en el marco del modo de producción imperante. Este ejercicio de «universalización» de la racionalidad y del «formalismo» del capital se enlaza con tres intereses ideológicos en el plano de la conciencia social:

«1) La transformación abstracta/reductora de las relaciones humanas directas en conexiones materiales y formales cosificadas, simultáneamente mediadas y oscurecidas por las mediaciones de segundo orden del sistema productivo y distributivo capitalista, formalmente jerarquizadas y legalmente protegidas. Las rupturas prácticas y las separaciones formales de la producción de mercancías generalizada, con su inexorable tendencia a la «universalidad» —equivalente, en el último análisis, a constituir un modo de dominación históricamente único, al que ninguna sociedad de este planeta puede escapar—, se pueden identificar:

a) en la alienación al trabajo viviente de las condiciones de la actividad productiva resuelta, y su conversión en «trabajo muerto» o cosificado como capital;

b) la expropiación y conversión de la tierra en mercancía alienable (o vendible), y la determinación formal de su parte «legítima», como arriendo, en el sistema general de la producción capitalista; y

c) la extensión universal de los imperativos deshumanizadores de la producción e intercambio de mercancías sobre todas las áreas del intercambio humano, incluidos los reguladores «espirituales» tradicionales del metabolismo social. Todo esto se ve rodeado, sancionado, protegido en su carácter aparte formal, y más o menos controlado por un sistema legal formalmente codificado, ejercido por los varios órganos del Estado capitalista, para así adaptarse, y fortalecerlo, al formalismo práctico subyacente del propio sistema productivo.

2) La articulación formalmente consistente y la difusión general de las «igualdades» (o «equivalencias») requeridas:

a) por el funcionamiento práctico del mecanismo productivo y distributivo del capital;

b) por el desarrollo global del  sistema del capital mediante la afirmación de su irresistible «universalidad» (que constituye, por supuesto, una seudouniversalidad, ya que es una formación histórica estrictamente  determinada y limitada, que tiene que reclamar para sí el estatus de eterna  validez); y

c) la legitimación ideológica de la producción generalizada e intercambio de mercancías como el solo y único sistema social inobjetable, sobre la pretendida fundamentación de que regula el intercambio de todos los individuos basándose en la «igualdad», en concordancia con los «Derechos del Hombre». (y, por  supuesto, en conformidad con esto último, se conviene —sobre la base de la  pretensión doblemente afortunada y conveniente— que la codificación capitalista  de los «Derechos del Hombre» no sólo se deriva directamente de las reglas  formales de la Razón misma, sino también que está en perfecta sintonía con las determinaciones más profundas de la «naturaleza humana» como tal.); y

3) La eliminación, a la vista, de la dimensión histórica de la vida socioeconómica —tanto en dirección al pasado como al futuro— gracias a la perversa metamorfosis categorial resultante de las prácticas abstractas/reductoras, y sólo en un sentido formal igualadoras, que prevalecen en los intercambios materiales mismos y, al mismo tiempo, hallan sus equivalencias conceptuales mistificadoras en el nivel de la teoría filosófica y social.» (Mészáros, 2011, pp 30 – 32).

Entonces en la estructura, con su formalismo y universalización, se levanta el enmascaramiento que supone que el sistema de producción capitalista es de carácter inobjetable, justo y ahistórico. Atrapadas en esta estructura formal, las condiciones de cambio implican transformaciones estructurales fundamentales en una dimensión temporal amplia; es decir, el cambio social radical comienza ahora y continúa por un tiempo indefinido hasta que sus condiciones puedan irse afirmando como trasnformaciones profundas en medio de una dinámica de conflictividad social inherente al pensamiento y transformación social.

De cierta forma, la creación de otras formas de conocimiento, de pensamiento y de ciencia están relacionados con la materialidad de la producción de la vida y con las determinaciones históricas de las relaciones sociales; están vínculadas con la realidad concreta que determina la vida de millones de seres humanos y no con la mistificación que las ha convertido en meros elementos del intercambio de mercancías para la valorización del capital.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Serres, M. (1996). La comunicación: Hermes I. Barcelona, España: Editorial Anthropos.


Y si en lo que se ve, hay un engaño

¿Y si en lo que se ve, hay un engaño; si lo que aparece, encubre lo que está en el fondo…?  Se puede suponer que la ideología es la manifestación de una mentira y que en otro lado está lo que es y que se presenta de otra manera, se enmascara. Entonces, el lenguaje no presenta sino que oculta, la comunicación no aclara sino que engaña.

Si se asume está paradoja – una realidad falsa, un lenguaje mentiroso y una comunicación engañosa – las maneras en que se presenta la moral (lo bueno y lo malo) se trastocan: la buena comunicación es la concreción del engaño, el buen lenguaje realiza la mentira y la realidad verdadera es presentación falsa.

La ideología dominante (que quede con apellido, de una vez por todas) haaría aparecer lo falso como realidad, el engaño como comunicación y la mentira como lenguaje. Se haría dominante encubriéndose y trastocándose, esos serían sus rasgos básicos.

¿Y si la ideología dominante no está sola y, para su desgracia, convive con otras ideologías? Entonces, sus paradojas se convierten en los modos en que ella señala a las ideologías que se le enfrentan (alternativas, se dice por ahora); haciéndolas aparecer como falsas, mentirosas y engañosas. La ideología dominante se oculta de tal manera que imposta la forma de lo natural, de lo normal, de lo universal, de lo único, de lo verdadero, de lo cierto con su modo particular y específico. No solo se encubre, al trastocarse; sino que señala a las otras ideologías con sus rasgos, llamándolas falsas, mentirosas y engañosas. Encubriéndose y trastocándose, la ideología dominante aparece como única, veraz y cierta.

¿Y si todo fuese color de rosa (¡qué expresión más propia de la ideología dominante!) y nada se revelara extraño; como si todo fuera acostumbrado, normal y sin hendiduras, pulcro, perfecto y adecuado… es posible que la ideología dominante sea feliz (¡otra expresión dominante!)? Pero suele pasar que hay ciertas imperfecciones, algunos inconvenientes, algunas fisuras, uno que otro problema, algo que no se mantiene como es debido (¡otra expresión dominante más!); esos ruidos molestos se pueden llamar síntomas: señales de que otra cosa está pasando, algo que pasa y que, a la vez, desvela el proceso de encubrimiento y enmascaramiento que es propio de esta ideología dominante, su forma de funcionamiento, la manera en que se hace.

Cuando se usa la expresión «forma» no se está hablando de la forma por oposición al contenido, el significante frente al significado, no se está en la relación propia de la referencia o de la significación. Estas son relaciones que están bien avenidas con la ideología dominante; pues, gracias a ellas, se ha hecho pasar una idea abstracta como eje de la realidad concreta, se hace pasar a la abstracción como esencia de las cosas (ver los Saberes abstractos…). Es como si se hablase de una ideología que hace referencia a los contenidos (ideas) que tienen una forma de presentarse y que el meollo del asunto es llegar al contenido y su manera de presentarse, algo así como tomar conciencia; pero el asunto de esta forma ideológica está en otro lugar, con otro énfasis.

El síntoma no se refiere solamente a ciertos contenidos ocultos que se expresan de una manera específica, contenidos que emergen de un modo que los denuncia como engaño. Aquí la forma es la manera que toma la ideología dominante para enmascararse y, con ello, ocultarse; se oculta gracias a que no aparece como es sino como le es conveniente a ella aparecer (mistificación). La forma de esta ideología dominante no se refiere a la manera en que aparece el contenido, sino a su forma propia: el modo de encubrimiento y enmascaramiento de esta ideología.

Al llegar a este punto es necesario expresar que se ha pasado de la ideología a la ideología dominante y se entra a «esta ideología dominante». Con ello, lo que se expresa es que esta ideología dominante funciona con el encubrimiento y el enmascaramiento y que eso no es propio de otras ideologías. Esta ideología dominante es la capitalista, entonces se está en condición de decir que el capitalismo se caracteriza por ser y tener una ideología que tiene la forma del encubrimiento y el enmascaramiento.

El truco está en separar la aparición, el contenido y la forma en que se oculta y se hace pasar otra cosa (que es lo que el síntoma revela). Aquí la forma no está en la expresión del contenido, sino en la «forma» que usa la ideología para ocultarse y enmascararse… Esa «forma de mistificarse» define la relación entre la manifestación y el contenido, los hace funcionar de una manera específica: el contenido parece darle forma a la manifestación, pero ello es solo una manera en que se expresa ese encubrimiento y enmascaramiento, es parte de lo oculto y de su presentación.

Todo parece requerir de una abstracción que, a su vez, parece que genera las cosas; y no que ella (la abstracción) fuese un práctica humana concreta, una expresión de la materialidad humana que produce la vida concreta (un modo de producción material que crea una ideología que aparece como abstracta).

Es un pensamiento que parece tener vida propia, que está existiendo por fuera de las acciones concretas, de la materialidad de los seres humanos y que, paradójicamente, determina el pensamiento y las acciones humanas. Es una abstracción que establece un orden formal de donde todo parece (debe) emerger y a donde todo parece (debe) remitirse.

El pensamiento, entonces, no parte de las acciones concretas, de la materialidad de la acción; sino de un ente abstracto que parece crear, por sí solo, a las acciones, a las cosas y a los pensamientos. Las acciones entonces no parten de las prácticas concretas y materiales sino de un ente abstracto que parecer crear, por sí solo, a las prácticas y a las acciones. El lenguaje y la comunicación funcionan como peces en el agua en esta sopa ideológica que el capitalismo se ha construido como abstracción-real.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Žižek, S. (2003). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.


Saberes abstractos…

El poder de la ciencia vulgar (esa que es prima hermana de la economía vulgar: la que está en función de los intereses del capital) cobra más fuerza en cuanto el modelo de vida dominante logra aparecer como natural, debido y normal; en cuanto sentimos, percibimos, hacemos y pensamos de manera capitalista.

Se replicará que la ciencia está por encima de las minucias y de las pequeñeces de la política y del poder, que ella ha logrado librarnos de las cadenas del tiempo, del espacio, de la naturaleza y del despotismo humano; que nos ha permitido soñar y hacer realidad los más altos ideales de la humanidad: libertad, igualdad y fraternidad.

Por ahora, no polemizaremos con los «favores» de la ciencia vulgar para ayudar a forjar la libertad (de intercambio de mercancías), la fraternidad (entre los operadores del capital) y la igualdad (entre los agentes del mercado) de la humanidad (aquella que consumen mercancías). Haremos como si estos fueran intereses extra-teóricos y que, por ello, es inconveniente juzgar a la ciencia con las mundanalidades de la vida económica y política; el conocimiento es valioso en sí mismo, no tiene precio (solo un comentario: ¿de qué valor se habla o de qué precio se trata?)

Supongamos que la ciencia (a secas, por el momento) es la forma de conocimiento que está unida al proceso sistemático de búsqueda de la verdad según condiciones de predicción y replica (repetición y comprobación) – luz, certeza y confiabilidad – y es la que ha permitido que el conocimiento no esté en manos y al amaño de unos cuantos con poder y que se haya democratizado al permitir que cualquiera acceda a la verdad, la ponga en cuestión (capacidad de falsación) y se someta a la discusión con sus iguales.

También supongamos que, en esa concepción de conocimiento, hay una realidad que existe por fuera de nosotros (incluso podemos asumir que hay una realidad que construimos nosotros y otra que está dentro de nosotros) y que el conocimiento científico nos permite desvelarla, descomponer sus partes, establecer los mecanismos que le dan consistencia, funcionamiento y sentido (relaciones, vínculos, dependencias) y presentar, por último, las reglas, las normas y las leyes que rigen el funcionamiento de esa realidad.

Finalicemos con esta suposición; según el tipo de elemento que compone la realidad, se configura una manera de conocer específica. Según el objeto de la realidad del que se trate, el modo de ciencia sería otro. Los modos de desvelamiento, descomposición, re-composición y difusión del conocimiento variarían según el objeto de estudio.

Revisemos cada una de las suposiciones. El modo sistemático para desvelar la realidad con base en sus componentes y sus relaciones es una manera para conocer que se concentra en llegar a la esencia, al ser de las cosas por medio de los hechos y de los fenómenos. Este modo de conocimiento forma parte de la perspectiva cultural que da por sentado que en el fondo de las cosas, los hechos y los fenómenos hay una esencia que constituye su ser (numen).

La ciencia, que se dice lejana a los poderes de la iglesia y los señores poseedores de la tierra, se basa en la creencia en la idea y en su proyección en las cosas; las cosas son la apariencia de las ideas, del numen y del ser. Las manifestaciones hacen discurrir materialmente a las ideas, a las esencias y al ser. La materia es expresión de las ideas. Para participar de la ciencia hay que hacer el acto de fe de creer que las cosas son en tanto manifestación y expresión de las ideas, son fenómenos. Hay algo inmediato y material (la cosa) y algo abstracto y general (la idea); a través de la interacción perceptible de una se llega al conocimiento de la otra.

Estudiando las cosas, los hechos y los fenómenos se puede encontrar, descubrir, conocer su esencia, su ser y la dinámica de funcionamiento que los constituye. El conocimiento científico profesa la fe en el mundo de las ideas, de la esencia y del numen y en que ellas se expresan, aparecen, se manifiestan en las cosas, en los hechos y en los fenómenos.

La necesidad de verdad, de predicción y de confiabilidad forman parte de la profesión de fe en el mundo de las ideas y su proyección en el mundo de las cosas, la creencia en el numen y su fenómeno. Lo verdadero es el conocimiento que logra ver en la manifestación (la cosa) su esencia, su ser (la idea). Más allá de lo que se ve, está el ser de la cosa, su consistencia interna, sus partes, sus relaciones y las leyes que la definen. Una vez conocida (desvelada) la esencia de la cosa; por su condición general, la idea cubrirá, determinará la cosas que se asemejan, las manifestaciones que la expresan y unirá las particularidades a los elementos comunes; y, a su vez, por su condición ideal (inmaterial, abstracta), la idea podrá aparecer en diferente lugares y momentos, se replicará, aparecerá en otros hechos o cosas, se hará norma, ley. La idea ofrece la luz, la certeza y la confianza en que las cosas son lo que son: expresión del mundo de las ideas.

Si el mundo de las ideas se expresa en las cosas, esa expresión solo puede estar signada por la realidad. Tautología potente, la realidad es la manera en que las cosas aparecen como expresión del mundo de las ideas y, en tanto expresión fiel, la presentación de la realidad resulta verdadera. La realidad es la manera en que el mundo de las ideas aparece en las cosas y esa apariencia solo puede ser una (la cierta) y aunque se pueda suponer que el estudio de esa expresión (proceso de conocimiento) va por aproximaciones a la manera en que se presenta el mundo de las ideas, lo que aparece (y la aproximación a su esencia) es una forma parcial de conocimiento del mundo de las ideas y, en tanto tal, es una realidad parcial, pero una realidad. La realidad posible en el mundo de las cosas (presentación o representación) forma parte de la perfección, la pureza, la certeza y la verdad que habitan en el mundo de las ideas. Esto no es gnoseología ni epistemología, es teología pura.

Hay un mundo de las ideas y hay una expresión adecuada en el mundo de las cosas (lo real); lo que es parcial y múltiple son las maneras en que se logra conocer el vínculo entre la idea y su manifestación: las cosas, los hechos o los fenómenos. Entonces la realidad está ahí (es la expresión del mundo de las ideas en el mundo de las cosas) y, a la vez, es una construcción (desvelamiento) según la manera en que el conocimiento permite establecer ese vínculo. Pero la fe pide que se crea que hay una realidad que se conoce y ese conocimiento es un proceso de aproximación, parcial y en construcción, a la verdad que vive en el mundo de las ideas.

Si solo podemos acceder a la idea, al concepto, al ser, a la sustancia y al numen por lo que podemos percibir en el mundo de las cosas; entonces, los tipos de cosas determinan el proceso de aproximación a la idea (el conocimiento). Si son cosas, o hechos, o dichos, o pensamientos o sus relaciones, o sus dinámicas, o sus procesos; la forma en que se llega a la idea ha de ser diferente. El conocimiento que se pide realizar se ajusta a la manera en que el mundo de las ideas aparece en el mundo de las cosas. Cuando estamos en el proceso de conocimiento, la palabra «cosa» se transmuta en «objeto»; entonces se habla de objetos de conocimiento.

Si el objeto son formas puras (lógica y matemáticas), hay ciencia pura; pero si el objeto son los hechos, entonces son ciencias fácticas que están formadas por objetos físicos y químicos. Pero en los hechos (factos) hay unos procesos que se topan con algo que se llama vida y, entonces, el objeto es la vida, el nivel es biótico y las ciencias son las naturales. Una manera específica en que se da el mundo de los hechos, e incluso el mundo natural, es la que surge con los seres humanos, entonces el objeto es lo humano y sus relaciones diversas, lo social;  aparecen las ciencias humanas y las ciencias sociales. Regularidades fácticas, complejidades bióticas, significaciones humanas y relaciones sociales están a la base de la manera en que esos objetos se presentan para acceder a la sustancia, el ser, la idea y el numen (con las relaciones, las dinámicas, los procesos o las acciones que se dan entre ellos).

La configuración de la realidad como un hecho, como fenómeno, implica una manera cultural, histórica, social y política de producir la vida material, biológica, humana y social. Entonces, el proceso de conocimiento está condicionado por las relaciones específicas de producción de la vida que los seres humanos han ido construyendo, de manera dinámica, en su devenir histórico. No son acciones inmateriales, aunque se digan en dirección a la idea o la abstracción; hay una materialidad intrínseca en la manera en que se concibe el conocimiento que está asociada con la forma en que una sociedad produce la vida en un momento y lugar específico. Nuestro momento y lugar es el modo de producción capitalista de la vida, por lo que la forma en que queremos conocer y el saber que creemos crear forma parte de ese modo de producción general.

La ciencia vulgar es aquella que funciona en beneficio del proceso de producción capitalista; no es vulgar por oposición a una ciencia especial sino que es vulgar porque reproduce el modo de producción capitalista en su forma y en su contenido, es funcional a los intereses de los agentes del capital. Da por sentado que la condición inmaterial de las cosas determina la materialidad: el capital (la valorización del valor) determina la manera en que se manifiestan las cosas (mercancías). Lo inmaterial (la idea) es lo fundamental de las cosas (objetos).

Los modos en que la ciencia aparece como expresión (única y valiosa) del acercamiento a la verdad (idea) a través de la realidad (fenómeno) refuerza el concepto de que la compra – venta de la mercancía expresa la creación de la ganancia como parte de la valorización del valor (del capital). La verdad de la ciencia es tan cierta como la evidencia de la ganancia que se crea con la venta de la mercancía en el mundo capitalista. El interés intra-teórico de la ciencia está fundamentado en la realización de la valorización del valor como única forma de relación entre las cosas y de los seres humanos que se realiza en la compra – venta de mercancías (el mundo de las ideas es primo hermano del mundo del capital).

Referencias

Habermas, J. (1982). Conocimiento e interés. Madrid, España: Taurus Ediciones, S.A.

Hoyos, G y Vargas, G. (1996). Modulo dos. La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de investigación en ciencias sociales: las ciencias de la discusión. Bogotá, Colombia: ICFES.

Lizcano, E. (2006). Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones. Madrid, España: Ediciones Bajo Cero y Traficantes de Sueños.

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Serres, M. (1994). El nacimiento de la física en el texto de Lucreo. Valencia, España: Pre-Textos.

Serres, M. (1998). Historia de las ciencias. Madrid, España: Editorial Cátedra.

Rius, E. (2004). La trukulenta historia del kapitalismo. México, México: Grijalbo.

Ureña, E. (1978). La teoría crítica de la sociedad de Habermas. Madrid, España: Editorial Tecnos.

Vasco, C. (1990). Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales. Comentarios a propósito del artículo “Conocimiento e interés” de Jürgen Habermas. Bogotá, Colombia: Cinep.


¿Y si… no es impasse sino que pasa portado?

¿Cómo es aquello de un lenguaje material? Primero habría que poner sobre la mesa (aquella que aparece virtualmente, la imaginaria, la ideal, como la mesa del afásico de Foucault, la taxonomía de Borges o la mesa de Roussel) un conjunto de elementos que no caben en ella sino que se atiborran como si quisieran estar «de pasada»  y no «en». Entonces, el lenguaje aparece como un im-passe, determinación del deseo, de la fantasía y de la realidad, determinación del capital; pero, también, podría estar de paso, en movimiento, dejando de ser y estando siendo, deviniendo, creación, gozo, conjunción…

El lenguaje se preña de situaciones, de momentos, de acontecimientos cuando el habla sucede, de tal manera que ella lo va llevando por situaciones que no tienen nada que ver con la estructura, lo saca del impasse. Claro, la estructura no desaparece (lo que no existe no puede aparecer o desaparecer, no está; eso sólo puede insistir o desistir, en este caso: estructurar y desestructurar). La estructura puede estar ahí siempre que la queramos invocar, evocar; es lo que suele pasar con las ideas: están dispuestas, expectantes en su mundo a que se les requiera para dar la claridad, la luz y la esencia necesarias a las cosas mundanas con la que nos topamos (deseo, fantasía y realidad, capital). Cuando la estructura cae sobre la experimentación, el habla hace impasse, se congela, se hace realidad dominante: ruido, tartamudeo, dislexia, parloteo, barullo… y parece que nada sucede y que lo mismo vuelve y se impone (se insiste, se rehace normal).

Si el lenguaje no tiene que ver con el sujeto del enunciado (de quien se habla), ni con el sujeto de la enunciación (quien habla), tampoco pasa por la representación (significante y significado) y, ahora, no se deja tomar, colocar, en la estructura; entonces el lenguaje se convierte, aparece, como algo inaccesible, inaprensible, huidizo, en movimiento… material. El lenguaje tiene todo que ver con lo que se hace pasar en la realidad, por las realidades que pasan por lo que se enuncia, se denuncia y se crea, con la materialidad que lo hace suceder… quizá será mejor decir los usos de los lenguajes, las hablas, las enunciaciones, las experiencias, las acciones, los agenciamientos…

El movimiento no se lleva bien con la  estructura; pues la estructura suele querer detener el movimiento y colocarlo a pender de o en ella; hacerlo inmaterial, meta-físico, tejerlo a la idea, al significado, al sujeto, al capital o al deseo. La estructura es el perchero donde uno «deja» las cosas para aquietarlas, aparcarlas; esas cosas que forman parte de lo que se «porta» cuando se va o se viene. Una vez en el perchero, las cosas no se mueven, «dejan de ser portadas», están colocadas ahí, aparecen como cosas muertas en las que no se percibe su desgaste por el uso, por la vida que las ha atravesado; no se portan ni se posan, reposan. Dejaron de ir de un lado para el otro, para permanecer ahí (aparecen como si fueran lo mismo, el mismo valor, pero los viajes ya las han atravesado, ya son otras gracias al uso).

La magia del perchero, su misticismo, es que nos hace creer que el sentido de las cosas no pasa por el «estar siendo portadas – ir a… venir de…» sino que tienen sentido en la medida que emanan del perchero y vuelven él (como si fueran mercancías que van y vienen, que circulan) y que lo que sucede en medio (todo siempre sucede en medio) es superfluo: como si el abrigo es en cuanto regresa al perchero (emana de la estructura y la estructura la recibe) y no pasa cuando deviene, cuando es portado (usado). El lenguaje es en cuanto remite a la estructura (de sentido, sintáctica, gramatical o de valor) y no en cuanto materialidad que pasa, que se usa para crear materialidad (portado y portador en el uso).

En el movimiento de creación de realidades sociales y culturales (por solo mencionar algunas), que es el uso del lenguaje, se pueden hacer muchos énfasis. Por ahora, hagamos dos (o quizá tres): uno que añora quedarse con la imagen fija (apercharse o estructurarse o mercantilizarse) y otro que se va con la imagen en movimiento (imagen-movimiento, que se porta y que se va, que se usa). Tomamos una fotografía o seguimos una película; disyuntiva falsa, aparente como veremos: seguimos una película preñada de fotografías que no dan la intensidad sino que hacen aparecer lo mismo varias veces (mercancías aquí y allá)  pero en la película insiste un imagen-tiempo que pasa por el vínculo que tejemos con los demás: solidaridad, reciprocidad. Lo que pasa es que las intensidades son diferentes y las relaciones cambian (dejan de ser mercantiles), la realidad es una y otra a la vez, pero nunca es la misma; aunque aparezca como la misma (valor y plus-valor) no está siendo la misma, está siendo otra, es plena diferencia (usos variados y conjuntos).

En el primer énfasis, la fotografía rellena, copa lo que falta, si es que se considera que falta algo, como por ejemplo el movimiento; porque, si se considera que no falta nada, se puede quedar la imagen nítida, precisa y clara de lo que «es» (espectro, zombi de lo que fue, de la normalidad que vuelve a ser la misma norma una y otra vez, mercancía que insiste y vuelve y aparece); reaparición de un instante, de un momento, que permanece porque lo demás ya no está. La fotografía, lo que se ha dicho, lo que he dicho, lo que es (o mejor, lo que es porque ya fue).

Cuando ya no se es, sucede la angustia porque el abrigo cogió para algún lado y no reposa en el perchero (se le llevó, se fue), no está ahí, no permanece. Una fotografía dice mucho pero es mucho más lo que paso por al lado de la foto, lo que ya no está en ella (lo que no dice, en el valor se encubren las múltiples relaciones sociales que hacen la producción y el uso), que ella solo evoca (trae, reaparece, hace reposar) y que, en su evocación, pierde lo que efectivamente presenta (la imagen que es y que funciona como evocación, deja de ser uso para hacerse valor): hay más imágenes imaginadas (ausentes, que no están: relaciones sociales, culturales, políticas) que la que efectivamente está (mercantil).

En su aparición, la fotografía es la negación de otras posibles apariciones que están aún allí sin estar presentes, inmanentes; es la secuela de lo que ya no es y no está gracias a que ella es. La fotografía es, está… es evidente pese a, y gracias a lo que ya no es… a lo que fluye. El lenguaje es en cuanto evocación del contenido, de la estructura, del significado, del valor y de la función… de la idea… de la función (la competencia).

Pero si tomamos por el otro énfasis, la situación es otra y las intensidades son otras. En la imagen-movimiento no hay movimiento real (imagen-tiempo) sino movimiento aparente (el intercambio, la circulación); pues en la secuencia de imágenes que se encadenan y que, en su serie, dan la ilusión de movimiento está inmanente el movimiento real (imagen-tiempo, la producción real del trabajo vivo). En la dinámica del lenguaje parece que se realiza el sentido en tanto y cuanto dinámica de intercambio de significaciones, de ideas, de imágenes, de fotogramas. La imagen-movimiento son fotogramas que se suceden en una secuencia de espacio que se parece al tiempo que pasa, son fotografías consecutivas que se suceden en una línea de espacio (cinta grabada, circuito del capital-dinero, circuito del capital-mercancía, circuito de lenguaje: realización del sentido por medio de la comunicación).

Por un lado, la imagen-movimiento es tiempo que no está presente pues son fotografías en el espacio contiguo de la cinta y, por otro lado, es tiempo que aparece otra vez: fotografía que vuelve a aparecer. Múltiples significados que se intercambian gracias a que se «comunican» porque todos refieren a un mismo referente ideal, al universal del lenguaje. La secuencia espacial de los fotogramas da la impresión de que hay un tiempo que sucede en el movimiento falso de las imágenes (como si el abrigo se hubiera ido con otro, pero lo que hizo fue irse, él va: portador – portado incluso sin moverse).

Podemos decir que en una imagen-movimiento hay muchas fotografías hermanadas por la secuencia espacial, que se requieren si el movimiento es lo que vuelve a aparecer con su conjunción: una imagen y otra imagen y otra imagen… una palabra y otra palabra y otra palabra…  una mercancía y otra mercancía y otra mercancía… se conjugan en un movimiento aparente como los circuitos del capital-productivo, capital-mercancía y capital-dinero que son movimientos aparentes (formas de aparición) en cuanto garantizan la realización, valorización y acumulación del plus-valor.

Por lo que no es movimiento, por un lado, ni imagen, por otro lado; es a la vez imagen y movimiento, imagen-movimiento: imagen que parece moverse en cuanto se conjuga físicamente con otras (capital – dinero, capital – producción, capital – mercancía, palabra – significado). Son manadas de imágenes que se avienen para hacer aparecer el movimiento, manadas de palabras que se avienen para hacer aparecer el significado, manadas de mercancías que se aviene para hacer aparecer el plus-valor. Se es cuando aparece como movimiento (capital, significado), como tiempo aparente, supuesto por el espacio de la cinta pero que no es movimiento real, ni tiempo; no es valor de la fuerza de trabajo sino salario, ni plus-valor sino ganancia.

En medio de los fotogramas está el infinito de lo que venía y que aún no es y de lo que es y no va siendo que teje las fotografías más allá de la secuencia espacial y que crea el tiempo; es la intensidad y el sentido que se lanza, el uso que se hace (imagen-tiempo, trabajo conjunto y mancomunado, socialmente útil). En medio de las palabras (incluso de las letras, o fonemas, o sintagmas, o la unidad que sea: mercancía) algo pasa que no se conjuga en ella pero que la hace posible y potente; hay una intensidad (una fuerza) que insiste en cada una y que la hace hacerse con las otras, más allá de la función (significante, mercantil) y más acá de la estructura (de significado, del capital).

El tiempo de la fotografía es aquel: el que fue que ahora evoco, un tiempo pasado que viene con la imagen (reaparición del capital con otra cara, plus-valor que aparece como ganancia). Es oportunidad inmediata (kairós). El tiempo de la imagen-movimiento es la secuencia de pasados que se suman en la cinta para aparecer como secuencia (cronos, mutaciones del capital según los circuitos: producción, mercancía y dinero). El tiempo de la imagen-tiempo es el que está en medio del cronos y su secuencia (que viene, es y va; la fuerza de trabajo y el uso) y, a la vez, está por fuera del momento concreto, de la oportunidad (kairós), del instante que se concreta siempre (realización del plus-valor). Es el tiempo del aión, del instante perpetuo, ahora permanente de los múltiples seres que se desvanecen, imagen que se funde con otra imagen, conjunción del sentir, de la percepción, de la experiencia, del trabajo vivo; es el tiempo del puro devenir: pleno estado de movimiento real de las cosas útiles, de la secuencia intensa de las imágenes que se confunden la una en la otra gracias al movimiento más allá de la cinta, materialidad real de la imagen-tiempo.

No es en la secuencia de los fotogramas donde se da el movimiento sino entre lo que en cada uno impulsa en el otro (el trabajo social útil), en el medio, entre lo uno y lo otro, en la relación entre, lo que sucede en medio de los cuerpos, en el acontecimiento, lo que viene siendo de aquí y hacía ahora (la fuerza de trabajo, el fluir de las condiciones materiales y las relaciones sociales). En el instante que hace que todo vuelva a ser lanzado, en que todo es posible y a la vez imposible. Como con las letras, las palabras, las frases, los fonemas, los sintagmas, los signos o los símbolos, no es lo que en ellos se encadena (en el circuito del capital, o en la secuencia sintáctica o semántica), o lo que cada uno evoca en sí (mercancía o significado); sino lo que pasa y hacen pasar entre ellos, en las monstruosidades que emergen cuando algo pasa entre el lenguaje , entre los seres humanos, entre las condiciones materiales (no por y para el lenguaje, no por y para el capital).

El lenguaje material está en constante fuga, en continuo deshacerse, en continua transformación, vertiginoso cambio que cobra movimiento en la dimensión del sentido, del para dónde coge, por dónde toma, de qué hace pasar y para dónde pasa. Entonces el sentido no tiene que ver con lo que se dice (con el significado, o con la fotografía, o con el capital) sino con lo que se hace pasar, con la modificación, con lo que emerge, con la intensidad que se hace pasar entre los seres, entre lo que es o está, es el venir siendo, el estar siendo, el movimiento que se hace transformación. En la revolución cotidiana.

El sentido no remite a algo que no está, en cuanto referente, contenido, continente o significado, valor o plus-valor; es sentido en cuanto dirección concreta, en cuanto intensidad precisa que hace que se vaya por cual o tal camino, es materialidad de la acción, es creación en una dirección, es agenciamiento productivo, creador de modos de vida, revolución constante. Y el asunto de la dirección tiene que ver con la manera en que esos movimientos toman por un camino o por otro o por otros (o por uno y otro y otros) y ello tiene todo que ver con los modos de captura, producción y reproducción de modos de vida concretos, con la manera en que se hace la vida material, concreta y con la manera en que la ideología aparece.

Referencias

Deleuze, G. (1984). Estudios sobre cine 2. La imagen-tiempo. Barcelona, España: Paidós.

Deleuze, G. (1994). Lógica del sentido. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Paidós.

Deleuze, G. y Guattari, F. (1978). Kafka: por una literatura menor. México, D.F., México: Ediciones Era.

Guattari, F. (2013). Líneas de fuga: por otro mundo de posibles. Buenos Aires, Argentina: Cactus.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Serres, M. (1996). La Comunicación. Hermes I. Barcelona, España: Editorial Antrhopos.

Serres, M. (2002). Los cinco sentidos ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. México, D.F., México: Taurus.


Conexiones múltiples y flexibles

Hagamos una puesta en juego: es mejor tener más entradas y vínculos que solo unos pocos. Cuando hablamos (por solo decir hablar) estamos en uso de muchas posibilidades que se transforman mutuamente con cada expresión, entre millones de más que efectivamente no usamos. La experimentación es inevitable con la manera en que la comunicación se ofrece, sucede. Hay una condición exponencial en el uso del lenguaje que, en la comunicación, se maximiza y muta.

Cantidades es quizá el carácter más cercano al lenguaje y la comunicación; más allá de las calidades, están las cantidades de expresiones, enunciados, acciones que se entrelazan en el lenguaje (nótese que no se usa el término suceder, pues la sucesión es una aproximación primera a la dinámica cambiante de la experimentación, quizá una mirada sincrónica sobre la dinámica diacrónica). En este estado de movimiento, el poder se presenta como la posibilidad de variación, de transformación efectiva de las situaciones a partir del juego de una particular red de poder que se presenta en contraposición con otra red (o con diferente tipo de posiciones).

Llevar la situación a las condiciones propias de una red en un momento específico expresaría el ejercicio de poder: hacer que la situación devenga según la estrategia propia de una red específica. Hace falta anotar que la red no está formada por sujetos sino por acciones, eventos, acontecimientos, relaciones, lanzadas comunicativas. Ese ejercicio entre los diferentes tipos de redes (agrupamientos parciales e inestables, en tiempo y espacio específicos) puede tender hacia lo necesario o lo posible: hacia la sobredeterminación unívoca o hacía las sobredeterminaciones posibles – nótese el plural que siempre funciona como indicativo – (Serres, 1996. pp 19-20).

En las relaciones comunicativas se juega un movimiento mínimo: hacer lo probable, necesario o posibles; es decir, que una posición, perspectiva y posición específica se proponga como determinante de la situación general por un tiempo y lugar preciso, particular. En estas circunstancias la secuencia y linealidad de la causa desaparece, las causas pueden encabalgarse sobre las consecuencias, anticiparse las consecuencias a las causas; no solo irreversibilidad sino incertidumbre. La determinación solo es una situación particular en un escenario de múltiples condiciones variables, mezcladas y móviles.

Entonces, volvamos sobre el significante y el significado ¿qué les sucede cuando la comunicación (y el lenguaje que experimenta) se encuentra en mutación? ¿qué les sucede cuando están por fuera de la relación lineal, dialéctica, dicotómica que parece tejerlos en una sucesión de realidades e imaginaciones? Quizá lo más difícil sea pensar un lenguaje que se surte sin la preeminencia del sujeto: aquel fantasma que parece apropiarse de los significantes y los significados para coserlos al cuerpo.

Referencias

Serres, M. (1996). La comunicación: Hermes I. Barcelona, España: Editorial Anthropos.


Conocimiento y contexto

Partamos de un supuesto: las condiciones actuales en que se hace posible el conocimiento no son las mismas que existían hace un tiempo. «El mundo ha cambiado tanto que los  jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer» nos dice Michel Serres (2013) cuando expone su visión de nuestros tiempos. Si el contexto (los mundos) ha cambiado y, con ello, la maneras de conocer deben ser reinventadas; entonces, hay algo que nos conmina a preguntarnos por lo qué es y lo qué fue: ¿qué conocimiento es? y ¿qué conocimiento fue?.

Las formas de conocer hoy exigen otras actitudes, otras acciones, otras maneras de vivir. Paralelamente, o quizá intrínsecamente, al cambio de los mundos hay un cambio en las maneras de conocer; como un uróboros, no hay unos sin las otras; contextos y formas de conocer van en mutación conjunta, se hacen y rehacen mutuamente.

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El contexto que vivimos no es el que venía siendo y, entonces, las condiciones de conocimiento han cambiado; conocemos de otras formas aunque la inercia mantenga la apariencia de que las cosas vienen siendo lo mismo: la continua repetición de lo establecido con sus reglas y certezas. Sin embargo, algo se rompió y no puede ser reparado con la forma anterior, es necesario volver a hacerlo todo, re inventarlo. ¿Qué había, qué hay?

En medio de esta fisura, de este pensamiento abismal, como diría Boaventura de Sousa Santos (2010), la ciencia (aquella forma de conocimiento) que se venía suponiendo valida se ha desquebrajado; su manera se ve obtusa, paquidérmica, lejana, lineal y en continua evolución. Ella corre con el lastre de su modo y se hinca tratando de tomar otro suspiro para seguir avanzando en medio de una tumultuosa puja entre lo permanente y los nuevos, hay «secretitos sucios, impuros» que mezclan lo que está mandado a ser separado, analizado y conocido, como dice Emmánuel Lizcano (2006). Formas, espacios, seres, objetos, tiempos y procedimientos están en conflicto: atrapados en los límites de la página mientras afuera bullen acontecimientos nuevos, mezclas extrañas, nominaciones vulgares, tiempos simultáneos, agrupaciones de seres que producen saberes y que, al margen de ella, se hacen vidas múltiples.

La vieja ciencia se descose ante la presión de acontecimientos diversos, móviles, veloces y estocásticos que no resisten su aproximación lineal, ascendente, evolutiva, desarrollada, progresiva… Estamos en tiempos interesantes, dice Savoj Žižek (2011) para invitarnos a recrear nuevas formas de goces y de relaciones con los saberes, los poderes y las ideologías en momentos en que nada de lo sabido puede servirnos para hacer del mundo algo diferente a lo que ha venido siendo.

Hemos creído que lo que se ha producido con el modo de conocimiento proclive al capitalismo – que tiene mucho que ver con el concepto moderno de ciencia – es una ascenso a la razón, al bienestar, a la tecnología y a la civilización. Ello, inevitablemente, es así porque hemos quedado atrapados en los modos de hacer la vida propios del capitalismo que presentan la razón, el bienestar, la tecnología y la civilización como la medida de todas la cosas – incluidas las nociones de avance, de evolución y de progreso -, como sí fuesen intrínsecas a la vida. Conocimiento, ciencia y plus-valor, en esta época, están tejidos estrechamente en beneficio de la reproducción del capitalismo como forma de vida dominante.

Si el capitalismo no da visos de que finalizará su dominación sobre la vida en el planeta, ¿qué es lo que aparece como diferente, qué eso «otro» que hace que el conocimiento sea otros saberes? Aquello novedoso ¿será otra manera de enfrentamiento entre los eternos opuestos, el eterno retorno, el tercero excluido en la dialéctica o será nuevas movilizaciones que – en el proceso de liberación y oposición a la dominación del capitalismo como modo de metabolización de la vida, como dice István Mészáros (2011) – irrumpen como multiplicidad de fragmentaciones y fisuras que irán dando la posibilidad a otras formas de vida sin capitalismo? o ¿Será, por ahora y siempre, la confrontación cambiante entre la profundización de un modo de vida ajeno a la vida (tanático) y al resurgimiento de múltiples modos de hacer la vida (eróticas) que no se ajustan a esa manera?

Referencias

Lizcano, E. (2006). Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones. Madrid, España: Ediciones Bajo Cero y Traficantes de Sueños.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la  Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Santos, B. (2010). Decolonizar el saber, reinventar el poder. Montevideo, Uruguay: Ediciones Trilce-Extensión universitaria. Universidad de la República.

Serres, M. (2013). PuIgarcita: el mundo cambió tanto que los jóvenes deben reinventar todo: una manera de vivir juntos, instituciones, una manera de ser y de conocer… Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.

Žižek, S. (2011). ¡Bienvenido a tiempos interesantes! La paz, Bolivia: Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia.


La evaluación…

Sobre el tema de nuestra revisión del Seminario… les dejo este documento sobre ese asunto. Si van a la página 37 (en el pdf) encontrarán que empieza la reflexión. Son dos artículos sobre «evaluación y educación» y una reflexión sobre la norma.

Texto de evaluación en educación

La revisión de los procesos educativos tendría que ser una discusión constante. No debiésemos darlo por sentado.