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Y si en lo que se ve, hay un engaño

¿Y si en lo que se ve, hay un engaño; si lo que aparece, encubre lo que está en el fondo…?  Se puede suponer que la ideología es la manifestación de una mentira y que en otro lado está lo que es y que se presenta de otra manera, se enmascara. Entonces, el lenguaje no presenta sino que oculta, la comunicación no aclara sino que engaña.

Si se asume está paradoja – una realidad falsa, un lenguaje mentiroso y una comunicación engañosa – las maneras en que se presenta la moral (lo bueno y lo malo) se trastocan: la buena comunicación es la concreción del engaño, el buen lenguaje realiza la mentira y la realidad verdadera es presentación falsa.

La ideología dominante (que quede con apellido, de una vez por todas) haaría aparecer lo falso como realidad, el engaño como comunicación y la mentira como lenguaje. Se haría dominante encubriéndose y trastocándose, esos serían sus rasgos básicos.

¿Y si la ideología dominante no está sola y, para su desgracia, convive con otras ideologías? Entonces, sus paradojas se convierten en los modos en que ella señala a las ideologías que se le enfrentan (alternativas, se dice por ahora); haciéndolas aparecer como falsas, mentirosas y engañosas. La ideología dominante se oculta de tal manera que imposta la forma de lo natural, de lo normal, de lo universal, de lo único, de lo verdadero, de lo cierto con su modo particular y específico. No solo se encubre, al trastocarse; sino que señala a las otras ideologías con sus rasgos, llamándolas falsas, mentirosas y engañosas. Encubriéndose y trastocándose, la ideología dominante aparece como única, veraz y cierta.

¿Y si todo fuese color de rosa (¡qué expresión más propia de la ideología dominante!) y nada se revelara extraño; como si todo fuera acostumbrado, normal y sin hendiduras, pulcro, perfecto y adecuado… es posible que la ideología dominante sea feliz (¡otra expresión dominante!)? Pero suele pasar que hay ciertas imperfecciones, algunos inconvenientes, algunas fisuras, uno que otro problema, algo que no se mantiene como es debido (¡otra expresión dominante más!); esos ruidos molestos se pueden llamar síntomas: señales de que otra cosa está pasando, algo que pasa y que, a la vez, desvela el proceso de encubrimiento y enmascaramiento que es propio de esta ideología dominante, su forma de funcionamiento, la manera en que se hace.

Cuando se usa la expresión «forma» no se está hablando de la forma por oposición al contenido, el significante frente al significado, no se está en la relación propia de la referencia o de la significación. Estas son relaciones que están bien avenidas con la ideología dominante; pues, gracias a ellas, se ha hecho pasar una idea abstracta como eje de la realidad concreta, se hace pasar a la abstracción como esencia de las cosas (ver los Saberes abstractos…). Es como si se hablase de una ideología que hace referencia a los contenidos (ideas) que tienen una forma de presentarse y que el meollo del asunto es llegar al contenido y su manera de presentarse, algo así como tomar conciencia; pero el asunto de esta forma ideológica está en otro lugar, con otro énfasis.

El síntoma no se refiere solamente a ciertos contenidos ocultos que se expresan de una manera específica, contenidos que emergen de un modo que los denuncia como engaño. Aquí la forma es la manera que toma la ideología dominante para enmascararse y, con ello, ocultarse; se oculta gracias a que no aparece como es sino como le es conveniente a ella aparecer (mistificación). La forma de esta ideología dominante no se refiere a la manera en que aparece el contenido, sino a su forma propia: el modo de encubrimiento y enmascaramiento de esta ideología.

Al llegar a este punto es necesario expresar que se ha pasado de la ideología a la ideología dominante y se entra a «esta ideología dominante». Con ello, lo que se expresa es que esta ideología dominante funciona con el encubrimiento y el enmascaramiento y que eso no es propio de otras ideologías. Esta ideología dominante es la capitalista, entonces se está en condición de decir que el capitalismo se caracteriza por ser y tener una ideología que tiene la forma del encubrimiento y el enmascaramiento.

El truco está en separar la aparición, el contenido y la forma en que se oculta y se hace pasar otra cosa (que es lo que el síntoma revela). Aquí la forma no está en la expresión del contenido, sino en la «forma» que usa la ideología para ocultarse y enmascararse… Esa «forma de mistificarse» define la relación entre la manifestación y el contenido, los hace funcionar de una manera específica: el contenido parece darle forma a la manifestación, pero ello es solo una manera en que se expresa ese encubrimiento y enmascaramiento, es parte de lo oculto y de su presentación.

Todo parece requerir de una abstracción que, a su vez, parece que genera las cosas; y no que ella (la abstracción) fuese un práctica humana concreta, una expresión de la materialidad humana que produce la vida concreta (un modo de producción material que crea una ideología que aparece como abstracta).

Es un pensamiento que parece tener vida propia, que está existiendo por fuera de las acciones concretas, de la materialidad de los seres humanos y que, paradójicamente, determina el pensamiento y las acciones humanas. Es una abstracción que establece un orden formal de donde todo parece (debe) emerger y a donde todo parece (debe) remitirse.

El pensamiento, entonces, no parte de las acciones concretas, de la materialidad de la acción; sino de un ente abstracto que parece crear, por sí solo, a las acciones, a las cosas y a los pensamientos. Las acciones entonces no parten de las prácticas concretas y materiales sino de un ente abstracto que parecer crear, por sí solo, a las prácticas y a las acciones. El lenguaje y la comunicación funcionan como peces en el agua en esta sopa ideológica que el capitalismo se ha construido como abstracción-real.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Žižek, S. (2003). El sublime objeto de la ideología. Buenos Aires, Argentina: Siglo Veintiuno Editores.


Saberes abstractos…

El poder de la ciencia vulgar (esa que es prima hermana de la economía vulgar: la que está en función de los intereses del capital) cobra más fuerza en cuanto el modelo de vida dominante logra aparecer como natural, debido y normal; en cuanto sentimos, percibimos, hacemos y pensamos de manera capitalista.

Se replicará que la ciencia está por encima de las minucias y de las pequeñeces de la política y del poder, que ella ha logrado librarnos de las cadenas del tiempo, del espacio, de la naturaleza y del despotismo humano; que nos ha permitido soñar y hacer realidad los más altos ideales de la humanidad: libertad, igualdad y fraternidad.

Por ahora, no polemizaremos con los «favores» de la ciencia vulgar para ayudar a forjar la libertad (de intercambio de mercancías), la fraternidad (entre los operadores del capital) y la igualdad (entre los agentes del mercado) de la humanidad (aquella que consumen mercancías). Haremos como si estos fueran intereses extra-teóricos y que, por ello, es inconveniente juzgar a la ciencia con las mundanalidades de la vida económica y política; el conocimiento es valioso en sí mismo, no tiene precio (solo un comentario: ¿de qué valor se habla o de qué precio se trata?)

Supongamos que la ciencia (a secas, por el momento) es la forma de conocimiento que está unida al proceso sistemático de búsqueda de la verdad según condiciones de predicción y replica (repetición y comprobación) – luz, certeza y confiabilidad – y es la que ha permitido que el conocimiento no esté en manos y al amaño de unos cuantos con poder y que se haya democratizado al permitir que cualquiera acceda a la verdad, la ponga en cuestión (capacidad de falsación) y se someta a la discusión con sus iguales.

También supongamos que, en esa concepción de conocimiento, hay una realidad que existe por fuera de nosotros (incluso podemos asumir que hay una realidad que construimos nosotros y otra que está dentro de nosotros) y que el conocimiento científico nos permite desvelarla, descomponer sus partes, establecer los mecanismos que le dan consistencia, funcionamiento y sentido (relaciones, vínculos, dependencias) y presentar, por último, las reglas, las normas y las leyes que rigen el funcionamiento de esa realidad.

Finalicemos con esta suposición; según el tipo de elemento que compone la realidad, se configura una manera de conocer específica. Según el objeto de la realidad del que se trate, el modo de ciencia sería otro. Los modos de desvelamiento, descomposición, re-composición y difusión del conocimiento variarían según el objeto de estudio.

Revisemos cada una de las suposiciones. El modo sistemático para desvelar la realidad con base en sus componentes y sus relaciones es una manera para conocer que se concentra en llegar a la esencia, al ser de las cosas por medio de los hechos y de los fenómenos. Este modo de conocimiento forma parte de la perspectiva cultural que da por sentado que en el fondo de las cosas, los hechos y los fenómenos hay una esencia que constituye su ser (numen).

La ciencia, que se dice lejana a los poderes de la iglesia y los señores poseedores de la tierra, se basa en la creencia en la idea y en su proyección en las cosas; las cosas son la apariencia de las ideas, del numen y del ser. Las manifestaciones hacen discurrir materialmente a las ideas, a las esencias y al ser. La materia es expresión de las ideas. Para participar de la ciencia hay que hacer el acto de fe de creer que las cosas son en tanto manifestación y expresión de las ideas, son fenómenos. Hay algo inmediato y material (la cosa) y algo abstracto y general (la idea); a través de la interacción perceptible de una se llega al conocimiento de la otra.

Estudiando las cosas, los hechos y los fenómenos se puede encontrar, descubrir, conocer su esencia, su ser y la dinámica de funcionamiento que los constituye. El conocimiento científico profesa la fe en el mundo de las ideas, de la esencia y del numen y en que ellas se expresan, aparecen, se manifiestan en las cosas, en los hechos y en los fenómenos.

La necesidad de verdad, de predicción y de confiabilidad forman parte de la profesión de fe en el mundo de las ideas y su proyección en el mundo de las cosas, la creencia en el numen y su fenómeno. Lo verdadero es el conocimiento que logra ver en la manifestación (la cosa) su esencia, su ser (la idea). Más allá de lo que se ve, está el ser de la cosa, su consistencia interna, sus partes, sus relaciones y las leyes que la definen. Una vez conocida (desvelada) la esencia de la cosa; por su condición general, la idea cubrirá, determinará la cosas que se asemejan, las manifestaciones que la expresan y unirá las particularidades a los elementos comunes; y, a su vez, por su condición ideal (inmaterial, abstracta), la idea podrá aparecer en diferente lugares y momentos, se replicará, aparecerá en otros hechos o cosas, se hará norma, ley. La idea ofrece la luz, la certeza y la confianza en que las cosas son lo que son: expresión del mundo de las ideas.

Si el mundo de las ideas se expresa en las cosas, esa expresión solo puede estar signada por la realidad. Tautología potente, la realidad es la manera en que las cosas aparecen como expresión del mundo de las ideas y, en tanto expresión fiel, la presentación de la realidad resulta verdadera. La realidad es la manera en que el mundo de las ideas aparece en las cosas y esa apariencia solo puede ser una (la cierta) y aunque se pueda suponer que el estudio de esa expresión (proceso de conocimiento) va por aproximaciones a la manera en que se presenta el mundo de las ideas, lo que aparece (y la aproximación a su esencia) es una forma parcial de conocimiento del mundo de las ideas y, en tanto tal, es una realidad parcial, pero una realidad. La realidad posible en el mundo de las cosas (presentación o representación) forma parte de la perfección, la pureza, la certeza y la verdad que habitan en el mundo de las ideas. Esto no es gnoseología ni epistemología, es teología pura.

Hay un mundo de las ideas y hay una expresión adecuada en el mundo de las cosas (lo real); lo que es parcial y múltiple son las maneras en que se logra conocer el vínculo entre la idea y su manifestación: las cosas, los hechos o los fenómenos. Entonces la realidad está ahí (es la expresión del mundo de las ideas en el mundo de las cosas) y, a la vez, es una construcción (desvelamiento) según la manera en que el conocimiento permite establecer ese vínculo. Pero la fe pide que se crea que hay una realidad que se conoce y ese conocimiento es un proceso de aproximación, parcial y en construcción, a la verdad que vive en el mundo de las ideas.

Si solo podemos acceder a la idea, al concepto, al ser, a la sustancia y al numen por lo que podemos percibir en el mundo de las cosas; entonces, los tipos de cosas determinan el proceso de aproximación a la idea (el conocimiento). Si son cosas, o hechos, o dichos, o pensamientos o sus relaciones, o sus dinámicas, o sus procesos; la forma en que se llega a la idea ha de ser diferente. El conocimiento que se pide realizar se ajusta a la manera en que el mundo de las ideas aparece en el mundo de las cosas. Cuando estamos en el proceso de conocimiento, la palabra «cosa» se transmuta en «objeto»; entonces se habla de objetos de conocimiento.

Si el objeto son formas puras (lógica y matemáticas), hay ciencia pura; pero si el objeto son los hechos, entonces son ciencias fácticas que están formadas por objetos físicos y químicos. Pero en los hechos (factos) hay unos procesos que se topan con algo que se llama vida y, entonces, el objeto es la vida, el nivel es biótico y las ciencias son las naturales. Una manera específica en que se da el mundo de los hechos, e incluso el mundo natural, es la que surge con los seres humanos, entonces el objeto es lo humano y sus relaciones diversas, lo social;  aparecen las ciencias humanas y las ciencias sociales. Regularidades fácticas, complejidades bióticas, significaciones humanas y relaciones sociales están a la base de la manera en que esos objetos se presentan para acceder a la sustancia, el ser, la idea y el numen (con las relaciones, las dinámicas, los procesos o las acciones que se dan entre ellos).

La configuración de la realidad como un hecho, como fenómeno, implica una manera cultural, histórica, social y política de producir la vida material, biológica, humana y social. Entonces, el proceso de conocimiento está condicionado por las relaciones específicas de producción de la vida que los seres humanos han ido construyendo, de manera dinámica, en su devenir histórico. No son acciones inmateriales, aunque se digan en dirección a la idea o la abstracción; hay una materialidad intrínseca en la manera en que se concibe el conocimiento que está asociada con la forma en que una sociedad produce la vida en un momento y lugar específico. Nuestro momento y lugar es el modo de producción capitalista de la vida, por lo que la forma en que queremos conocer y el saber que creemos crear forma parte de ese modo de producción general.

La ciencia vulgar es aquella que funciona en beneficio del proceso de producción capitalista; no es vulgar por oposición a una ciencia especial sino que es vulgar porque reproduce el modo de producción capitalista en su forma y en su contenido, es funcional a los intereses de los agentes del capital. Da por sentado que la condición inmaterial de las cosas determina la materialidad: el capital (la valorización del valor) determina la manera en que se manifiestan las cosas (mercancías). Lo inmaterial (la idea) es lo fundamental de las cosas (objetos).

Los modos en que la ciencia aparece como expresión (única y valiosa) del acercamiento a la verdad (idea) a través de la realidad (fenómeno) refuerza el concepto de que la compra – venta de la mercancía expresa la creación de la ganancia como parte de la valorización del valor (del capital). La verdad de la ciencia es tan cierta como la evidencia de la ganancia que se crea con la venta de la mercancía en el mundo capitalista. El interés intra-teórico de la ciencia está fundamentado en la realización de la valorización del valor como única forma de relación entre las cosas y de los seres humanos que se realiza en la compra – venta de mercancías (el mundo de las ideas es primo hermano del mundo del capital).

Referencias

Habermas, J. (1982). Conocimiento e interés. Madrid, España: Taurus Ediciones, S.A.

Hoyos, G y Vargas, G. (1996). Modulo dos. La teoría de la acción comunicativa como nuevo paradigma de investigación en ciencias sociales: las ciencias de la discusión. Bogotá, Colombia: ICFES.

Lizcano, E. (2006). Metáforas que nos piensan. Sobre ciencia, democracia y otras poderosas ficciones. Madrid, España: Ediciones Bajo Cero y Traficantes de Sueños.

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Serres, M. (1994). El nacimiento de la física en el texto de Lucreo. Valencia, España: Pre-Textos.

Serres, M. (1998). Historia de las ciencias. Madrid, España: Editorial Cátedra.

Rius, E. (2004). La trukulenta historia del kapitalismo. México, México: Grijalbo.

Ureña, E. (1978). La teoría crítica de la sociedad de Habermas. Madrid, España: Editorial Tecnos.

Vasco, C. (1990). Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales. Comentarios a propósito del artículo “Conocimiento e interés” de Jürgen Habermas. Bogotá, Colombia: Cinep.


¿Y si… no es impasse sino que pasa portado?

¿Cómo es aquello de un lenguaje material? Primero habría que poner sobre la mesa (aquella que aparece virtualmente, la imaginaria, la ideal, como la mesa del afásico de Foucault, la taxonomía de Borges o la mesa de Roussel) un conjunto de elementos que no caben en ella sino que se atiborran como si quisieran estar «de pasada»  y no «en». Entonces, el lenguaje aparece como un im-passe, determinación del deseo, de la fantasía y de la realidad, determinación del capital; pero, también, podría estar de paso, en movimiento, dejando de ser y estando siendo, deviniendo, creación, gozo, conjunción…

El lenguaje se preña de situaciones, de momentos, de acontecimientos cuando el habla sucede, de tal manera que ella lo va llevando por situaciones que no tienen nada que ver con la estructura, lo saca del impasse. Claro, la estructura no desaparece (lo que no existe no puede aparecer o desaparecer, no está; eso sólo puede insistir o desistir, en este caso: estructurar y desestructurar). La estructura puede estar ahí siempre que la queramos invocar, evocar; es lo que suele pasar con las ideas: están dispuestas, expectantes en su mundo a que se les requiera para dar la claridad, la luz y la esencia necesarias a las cosas mundanas con la que nos topamos (deseo, fantasía y realidad, capital). Cuando la estructura cae sobre la experimentación, el habla hace impasse, se congela, se hace realidad dominante: ruido, tartamudeo, dislexia, parloteo, barullo… y parece que nada sucede y que lo mismo vuelve y se impone (se insiste, se rehace normal).

Si el lenguaje no tiene que ver con el sujeto del enunciado (de quien se habla), ni con el sujeto de la enunciación (quien habla), tampoco pasa por la representación (significante y significado) y, ahora, no se deja tomar, colocar, en la estructura; entonces el lenguaje se convierte, aparece, como algo inaccesible, inaprensible, huidizo, en movimiento… material. El lenguaje tiene todo que ver con lo que se hace pasar en la realidad, por las realidades que pasan por lo que se enuncia, se denuncia y se crea, con la materialidad que lo hace suceder… quizá será mejor decir los usos de los lenguajes, las hablas, las enunciaciones, las experiencias, las acciones, los agenciamientos…

El movimiento no se lleva bien con la  estructura; pues la estructura suele querer detener el movimiento y colocarlo a pender de o en ella; hacerlo inmaterial, meta-físico, tejerlo a la idea, al significado, al sujeto, al capital o al deseo. La estructura es el perchero donde uno «deja» las cosas para aquietarlas, aparcarlas; esas cosas que forman parte de lo que se «porta» cuando se va o se viene. Una vez en el perchero, las cosas no se mueven, «dejan de ser portadas», están colocadas ahí, aparecen como cosas muertas en las que no se percibe su desgaste por el uso, por la vida que las ha atravesado; no se portan ni se posan, reposan. Dejaron de ir de un lado para el otro, para permanecer ahí (aparecen como si fueran lo mismo, el mismo valor, pero los viajes ya las han atravesado, ya son otras gracias al uso).

La magia del perchero, su misticismo, es que nos hace creer que el sentido de las cosas no pasa por el «estar siendo portadas – ir a… venir de…» sino que tienen sentido en la medida que emanan del perchero y vuelven él (como si fueran mercancías que van y vienen, que circulan) y que lo que sucede en medio (todo siempre sucede en medio) es superfluo: como si el abrigo es en cuanto regresa al perchero (emana de la estructura y la estructura la recibe) y no pasa cuando deviene, cuando es portado (usado). El lenguaje es en cuanto remite a la estructura (de sentido, sintáctica, gramatical o de valor) y no en cuanto materialidad que pasa, que se usa para crear materialidad (portado y portador en el uso).

En el movimiento de creación de realidades sociales y culturales (por solo mencionar algunas), que es el uso del lenguaje, se pueden hacer muchos énfasis. Por ahora, hagamos dos (o quizá tres): uno que añora quedarse con la imagen fija (apercharse o estructurarse o mercantilizarse) y otro que se va con la imagen en movimiento (imagen-movimiento, que se porta y que se va, que se usa). Tomamos una fotografía o seguimos una película; disyuntiva falsa, aparente como veremos: seguimos una película preñada de fotografías que no dan la intensidad sino que hacen aparecer lo mismo varias veces (mercancías aquí y allá)  pero en la película insiste un imagen-tiempo que pasa por el vínculo que tejemos con los demás: solidaridad, reciprocidad. Lo que pasa es que las intensidades son diferentes y las relaciones cambian (dejan de ser mercantiles), la realidad es una y otra a la vez, pero nunca es la misma; aunque aparezca como la misma (valor y plus-valor) no está siendo la misma, está siendo otra, es plena diferencia (usos variados y conjuntos).

En el primer énfasis, la fotografía rellena, copa lo que falta, si es que se considera que falta algo, como por ejemplo el movimiento; porque, si se considera que no falta nada, se puede quedar la imagen nítida, precisa y clara de lo que «es» (espectro, zombi de lo que fue, de la normalidad que vuelve a ser la misma norma una y otra vez, mercancía que insiste y vuelve y aparece); reaparición de un instante, de un momento, que permanece porque lo demás ya no está. La fotografía, lo que se ha dicho, lo que he dicho, lo que es (o mejor, lo que es porque ya fue).

Cuando ya no se es, sucede la angustia porque el abrigo cogió para algún lado y no reposa en el perchero (se le llevó, se fue), no está ahí, no permanece. Una fotografía dice mucho pero es mucho más lo que paso por al lado de la foto, lo que ya no está en ella (lo que no dice, en el valor se encubren las múltiples relaciones sociales que hacen la producción y el uso), que ella solo evoca (trae, reaparece, hace reposar) y que, en su evocación, pierde lo que efectivamente presenta (la imagen que es y que funciona como evocación, deja de ser uso para hacerse valor): hay más imágenes imaginadas (ausentes, que no están: relaciones sociales, culturales, políticas) que la que efectivamente está (mercantil).

En su aparición, la fotografía es la negación de otras posibles apariciones que están aún allí sin estar presentes, inmanentes; es la secuela de lo que ya no es y no está gracias a que ella es. La fotografía es, está… es evidente pese a, y gracias a lo que ya no es… a lo que fluye. El lenguaje es en cuanto evocación del contenido, de la estructura, del significado, del valor y de la función… de la idea… de la función (la competencia).

Pero si tomamos por el otro énfasis, la situación es otra y las intensidades son otras. En la imagen-movimiento no hay movimiento real (imagen-tiempo) sino movimiento aparente (el intercambio, la circulación); pues en la secuencia de imágenes que se encadenan y que, en su serie, dan la ilusión de movimiento está inmanente el movimiento real (imagen-tiempo, la producción real del trabajo vivo). En la dinámica del lenguaje parece que se realiza el sentido en tanto y cuanto dinámica de intercambio de significaciones, de ideas, de imágenes, de fotogramas. La imagen-movimiento son fotogramas que se suceden en una secuencia de espacio que se parece al tiempo que pasa, son fotografías consecutivas que se suceden en una línea de espacio (cinta grabada, circuito del capital-dinero, circuito del capital-mercancía, circuito de lenguaje: realización del sentido por medio de la comunicación).

Por un lado, la imagen-movimiento es tiempo que no está presente pues son fotografías en el espacio contiguo de la cinta y, por otro lado, es tiempo que aparece otra vez: fotografía que vuelve a aparecer. Múltiples significados que se intercambian gracias a que se «comunican» porque todos refieren a un mismo referente ideal, al universal del lenguaje. La secuencia espacial de los fotogramas da la impresión de que hay un tiempo que sucede en el movimiento falso de las imágenes (como si el abrigo se hubiera ido con otro, pero lo que hizo fue irse, él va: portador – portado incluso sin moverse).

Podemos decir que en una imagen-movimiento hay muchas fotografías hermanadas por la secuencia espacial, que se requieren si el movimiento es lo que vuelve a aparecer con su conjunción: una imagen y otra imagen y otra imagen… una palabra y otra palabra y otra palabra…  una mercancía y otra mercancía y otra mercancía… se conjugan en un movimiento aparente como los circuitos del capital-productivo, capital-mercancía y capital-dinero que son movimientos aparentes (formas de aparición) en cuanto garantizan la realización, valorización y acumulación del plus-valor.

Por lo que no es movimiento, por un lado, ni imagen, por otro lado; es a la vez imagen y movimiento, imagen-movimiento: imagen que parece moverse en cuanto se conjuga físicamente con otras (capital – dinero, capital – producción, capital – mercancía, palabra – significado). Son manadas de imágenes que se avienen para hacer aparecer el movimiento, manadas de palabras que se avienen para hacer aparecer el significado, manadas de mercancías que se aviene para hacer aparecer el plus-valor. Se es cuando aparece como movimiento (capital, significado), como tiempo aparente, supuesto por el espacio de la cinta pero que no es movimiento real, ni tiempo; no es valor de la fuerza de trabajo sino salario, ni plus-valor sino ganancia.

En medio de los fotogramas está el infinito de lo que venía y que aún no es y de lo que es y no va siendo que teje las fotografías más allá de la secuencia espacial y que crea el tiempo; es la intensidad y el sentido que se lanza, el uso que se hace (imagen-tiempo, trabajo conjunto y mancomunado, socialmente útil). En medio de las palabras (incluso de las letras, o fonemas, o sintagmas, o la unidad que sea: mercancía) algo pasa que no se conjuga en ella pero que la hace posible y potente; hay una intensidad (una fuerza) que insiste en cada una y que la hace hacerse con las otras, más allá de la función (significante, mercantil) y más acá de la estructura (de significado, del capital).

El tiempo de la fotografía es aquel: el que fue que ahora evoco, un tiempo pasado que viene con la imagen (reaparición del capital con otra cara, plus-valor que aparece como ganancia). Es oportunidad inmediata (kairós). El tiempo de la imagen-movimiento es la secuencia de pasados que se suman en la cinta para aparecer como secuencia (cronos, mutaciones del capital según los circuitos: producción, mercancía y dinero). El tiempo de la imagen-tiempo es el que está en medio del cronos y su secuencia (que viene, es y va; la fuerza de trabajo y el uso) y, a la vez, está por fuera del momento concreto, de la oportunidad (kairós), del instante que se concreta siempre (realización del plus-valor). Es el tiempo del aión, del instante perpetuo, ahora permanente de los múltiples seres que se desvanecen, imagen que se funde con otra imagen, conjunción del sentir, de la percepción, de la experiencia, del trabajo vivo; es el tiempo del puro devenir: pleno estado de movimiento real de las cosas útiles, de la secuencia intensa de las imágenes que se confunden la una en la otra gracias al movimiento más allá de la cinta, materialidad real de la imagen-tiempo.

No es en la secuencia de los fotogramas donde se da el movimiento sino entre lo que en cada uno impulsa en el otro (el trabajo social útil), en el medio, entre lo uno y lo otro, en la relación entre, lo que sucede en medio de los cuerpos, en el acontecimiento, lo que viene siendo de aquí y hacía ahora (la fuerza de trabajo, el fluir de las condiciones materiales y las relaciones sociales). En el instante que hace que todo vuelva a ser lanzado, en que todo es posible y a la vez imposible. Como con las letras, las palabras, las frases, los fonemas, los sintagmas, los signos o los símbolos, no es lo que en ellos se encadena (en el circuito del capital, o en la secuencia sintáctica o semántica), o lo que cada uno evoca en sí (mercancía o significado); sino lo que pasa y hacen pasar entre ellos, en las monstruosidades que emergen cuando algo pasa entre el lenguaje , entre los seres humanos, entre las condiciones materiales (no por y para el lenguaje, no por y para el capital).

El lenguaje material está en constante fuga, en continuo deshacerse, en continua transformación, vertiginoso cambio que cobra movimiento en la dimensión del sentido, del para dónde coge, por dónde toma, de qué hace pasar y para dónde pasa. Entonces el sentido no tiene que ver con lo que se dice (con el significado, o con la fotografía, o con el capital) sino con lo que se hace pasar, con la modificación, con lo que emerge, con la intensidad que se hace pasar entre los seres, entre lo que es o está, es el venir siendo, el estar siendo, el movimiento que se hace transformación. En la revolución cotidiana.

El sentido no remite a algo que no está, en cuanto referente, contenido, continente o significado, valor o plus-valor; es sentido en cuanto dirección concreta, en cuanto intensidad precisa que hace que se vaya por cual o tal camino, es materialidad de la acción, es creación en una dirección, es agenciamiento productivo, creador de modos de vida, revolución constante. Y el asunto de la dirección tiene que ver con la manera en que esos movimientos toman por un camino o por otro o por otros (o por uno y otro y otros) y ello tiene todo que ver con los modos de captura, producción y reproducción de modos de vida concretos, con la manera en que se hace la vida material, concreta y con la manera en que la ideología aparece.

Referencias

Deleuze, G. (1984). Estudios sobre cine 2. La imagen-tiempo. Barcelona, España: Paidós.

Deleuze, G. (1994). Lógica del sentido. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Paidós.

Deleuze, G. y Guattari, F. (1978). Kafka: por una literatura menor. México, D.F., México: Ediciones Era.

Guattari, F. (2013). Líneas de fuga: por otro mundo de posibles. Buenos Aires, Argentina: Cactus.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Serres, M. (1996). La Comunicación. Hermes I. Barcelona, España: Editorial Antrhopos.

Serres, M. (2002). Los cinco sentidos ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. México, D.F., México: Taurus.