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Trabajo y conocimiento I

El trabajo es un proceso de transformación del entorno y del ser humano que es puesto en movimiento por la acción humana en el entorno y es parte del modo de producción de la vida. El modo de conocimiento depende del modo de producción de la vida desencadenado por la acción humana.

El conocimiento, en la época del capital, es parte integral del modo en que este se despliega. El capital tiene un modo de conocimiento que lo alimenta: difunde contenidos y formas capitalistas. Sobre estas últimas, tratarán estos escritos.

Marx dice:

«el trabajo es el proceso entre hombres y naturaleza, un proceso en el que, mediante su acción, el hombre regula y controla su intercambio de materias con la naturaleza. Se enfrenta a la materia de la naturaleza como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad, brazos y piernas, manos y cabeza, para apropiarse de los materiales de la naturaleza en una forma útil para su vida. Al actuar mediante este movimiento sobre la naturaleza exterior a él y cambiarla, transforma al mismo tiempo su propia naturaleza. Desarrolla las potencialidades que dormitan en él y somete el juego de sus fuerzas a su propio dominio» (2000. P. 241).

El trabajo permite que los seres humanos produzcan los medios para satisfacer sus necesidades y, con ello, cambian el entorno físico, biológico y social y se cambian a sí mismos.

Se partirá de una suposición provisional: el modo en que se conoce, la manera en que se configura el conocimiento, hace parte del modo en que los seres humanos producen la vida. Es decir, según los modos de producción de la vida se organizan los modos de conocimiento.

El conocimiento forma parte del trabajo humano en cuanto fuerza de su corporeidad. El modo de conocimiento forma parte del proceso de intercambio del hombre con el entorno según los modos históricos de producir la vida.

El conocimiento se lleva a cabo según los modos de producción históricos y está determinado por los elementos centrales de esos modos de producción, de esas relaciones de producción que, a su vez, definen modos de relación social. El conocimiento es producto de las relaciones sociales en cuanto parte del modos particulares, históricos y culturales, de producir la vida.

El conocimiento es una producción humana histórica y cultural por lo que, el modo del conocimiento en la época del capital funciona bajo su manera dominante: la mistificación. En la mistificación la forma aparece como materia y la materia parece determinada por la forma.

Las formas que toma la materia aparecen como determinantes de la materia, como materia y, a su vez, la materia parece como expresión de las formas. Se revisará el poder que toman las formas en el modo de conocimiento y se presentará cómo esto es parte del modo capitalista de conocimiento  (mistificación).

En el modo de producción centrado en el capital la forma aparece como sustancia y la sustancia parece depender de la forma: el dinero (forma del valor) aparece como sustancia y como productor de más valor, como capital. El capital es la transformación (cambio de forma) del dinero según cierta forma de circulación. Y es esta transformación del dinero como capital la que define la relación entre los seres humanos y de estos con el entorno, define un modo de trabajo: el trabajo asalariado.

«La circulación simple de mercancías – la venta para la compra – sirve de medio para un fin último situado fuera de la circulación, la apropiación de valores de uso, la satisfacción de necesidades. La circulación del dinero como capital es, por el contrario, fin absoluto, pues la valorización del valor sólo existe dentro de este movimiento constantemente renovado. De ahí que el movimiento del capital sea ilimitado.

Como agente consciente de ese movimiento, el poseedor de dinero se convierte en capitalista. Su persona, o mejor dicho, su bolsillo, es el punto de partida y de retorno del dinero.  El contenido objetivo de esta circulación – la valorización del valor – es su fin subjetivo, y sólo actúa como capitalista, como capital personificado, dotado de conciencia y de voluntad, en la medida en que sus operaciones no tienen más motivo propulsor que la apropiación progresiva de riqueza abstracta. Así, pues, el valor de uso no puede considerarse nunca como fin inmediato del capitalista.» (Marx, 2000. Pp. 206 – 207)

La «forma» que toma el dinero (que a su vez es «forma» del valor): el capital, constituye al sujeto, lo hace capitalista. Este, el sujeto poseedor de dinero en la circulación del dinero, es solo la personificación de una «forma de valor»: el capital. La forma constituye a la materia; el sujeto es en tanto la forma que lo hace, en tanto participa de una forma de circulación: la del dinero.

La forma constituye a la sustancia, a la materia. En el conocimiento algunas expresiones de esta forma son: el método es conocimiento, la representación es conocimiento o la estructura es conocimiento (ver Estructura y capital…). Por fuera de la materia, en la forma: la estructura, la representación o el método, se constituye el conocimiento. Es la forma la que configura al conocimiento.

La materia (el conocimiento) depende de la forma (método, estructura o representación), la forma determina a la materia. El conocimiento es según la forma que toma y la forma, en sí mima, es independiente de la materia. La «forma» le da forma a la materia, no la expresa, o manifiesta, sino que la configura.

Hay una base material en la acción humana que está asociada con el trabajo como parte de la producción de vida y, a su vez, esa base material solo puede ser conocida por la acción práctica. Es decir, la forma es una manera en que la materia se manifiesta, es producto de la acción humana que, por medio del trabajo, provee los elementos materiales para su vida. La forma está supeditada al fin de la acción concreta y material del ser humano, expresada en su trabajo: la forma es expresión de la materia.

Marx (2012) expone el conflicto de las formas como reino autónomo de las condiciones terrenales, materiales:

«Feuerbach parte del hecho de la autoextrañación religiosa, de la duplicación del mundo en dos, uno religioso y otro terrenal. Su trabajo viene a limitarse a la reducción del mundo religioso a su base terrenal. Pero que la base terrenal se alce sobre sí misma y cristalice en un reino autónomo en las nubes es cosa que sólo a partir del autodesgarramiento y de la autocontradicción de esta base terrenal puede resultar inteligible. En sí misma ésta ha de ser, pues, tanto comprendida en su contradicción como revolucionada prácticamente» (P. 406).

Hay una práctica que pone en contradicción la imposición de la forma sobre la materia, la formalización del conocimiento como idealización o materialización contemplativa. Esa materialidad sensorial y sensible en la actividad práctica es una acción humana que aquí se aborda como trabajo y que está íntimamente relacionada con el conocimiento como acción, como trabajo humano.

Referencias

Marx, K. (2000). El Capital. Crítica de la economía política. Libro I. Tomo I. Madrid, España: Ediciones Akal, S. A.

Marx, K. (2012). Textos selectos y manuscritos de París. Manifiesto del Partido Comunista con Friedrich Engels. Critica del Programa de Gotha. Madrid, España: Editorial Gredos, S. A.


La materialidad del lenguaje

El lenguaje es una forma de mediación de los seres humanos con las condiciones materiales de la existencia (entorno material) y, en tanto tal, es un modo específico de producción social de la vida.

Como producto social humano, el lenguaje está determinado por esta mediación y, a su vez, la determina. Es producto y productor de formas de medicación humana.

Por lo tanto, el lenguaje es producción social humana, no hay entidades suprasensibles o trascendentes que lo gesten; sino que es resultado de la acción social y material humana para producir y reproducir la vida; es producto del trabajo humano.

El lenguaje es resultado de la producción social de la vida y, a su vez, cambia esa producción social de la vida, la modifica, la hace otra.

Con el lenguaje, la mediación del ser humano con las condiciones materiales de existencia toma la forma de mediación en y con el mundo. El mundo es producido por el lenguaje como escenario donde se presenta cierto tipo de mediaciones con el entorno material.

El lenguaje es producto de la acción humana; mejor aún, es producto de las interacciones sociales del ser humano con el mundo, con el mundo humano. El mundo humano es producto de la interacción del ser humano con la tierra, con el entorno biótico y abiótico; depende de él y, a su vez, lo modifica.

Hay, en la base del lenguaje, una materialidad necesaria y ella no aparece como un elemento dependiente del escenario humano, sino que es generadora y determinante del escenario humano.

El lenguaje es una forma de mediar la vida humana con los objetos del entorno material; el lenguaje es mediación humana con la materialidad que determina el metabolismo social, dentro del cual está el lenguaje.

En el estudio sobre la aparición del lenguaje oral en los niños pequeños de Lev Semionóvich Vygotsky, la relación de la materialidad con el lenguaje se hace presente.

Vygotsky cuestiona la perspectiva que supone que los niños se relacionan con las palabras y los objetos como si conocieran, dedujeran o descubrieran que los vincula el significado. En ese texto, Vygotsky critica el enfoque donde pareciera que el objeto portara significado propio y el niño se relacionara no con el objeto sino con una representación de él: la palabra que lo designa. Como si el niño pudiera comprender que a cada objeto le corresponde un significado que se expresa, se representa, en la palabra.

La relación de la palabra con el objeto es externa al significado, dice Vygotsky:

«el niño domina simplemente la estructura externa del significado de la palabra, él asimila que a cada objeto le corresponde su propia palabra, domina la estructura que puede unificar la palabra y el objeto, de forma que la palabra que identifica al objeto venga a ser propiedad del propio objeto.» (p. 175)

Esa relación entre la palabra  y el objeto, el sonido y la cosa es material. Con el objeto se conecta una palabra, no un nombre que lo designa, sino una palabra que lo relaciona con el niño, con la acción del niño, con su voz.

El sonido que pronuncia el niño, la palabra, lo conecta con un rasgo del objeto, con la percepción de la forma total del objeto (gestalt). La palabra es acción con el objeto, en tanto forma sensorial percibida; no representación de él.

El lenguaje oral es una acción del niño con el objeto, es la mediación material con el objeto; es el que vincula la palabra al objeto, o el objeto con el niño. La palabra hablada del niño, la voz, es la acción humana que media la acción con el objeto y esa acción es lenguaje material.

Vygotsky parte de dos elementos materiales; o mejor, de la materialidad de dos elementos presentes en la acción del niño: la palabra y el objeto y analiza los modos en que varían, o cambian, las acciones del ser humano con ellos.

En el modo en que una palabra pasa a conectarse con otro objeto, en que se usa en la acción con otros objetos, en ese cambio que surge en la acción del ser humano entre las palabras y los objetos, aparece lo que es la historia.

La historia es el elemento central para estudiar los cambios en las maneras en que se configuran las relaciones del ser humano con su entorno, en las maneras en que se produce y reproduce la vida, en las maneras en que se transforman los conflictos entre los modos de producción de la vida.

En su texto, Vygotsky estudia la manera en que las palabras aparecen, en la lengua, como parte de la historia de las relaciones entre el ser humano y los objetos:

«La historia de toda palabra demuestra que su aparición estuvo ligada a una determinada imagen. Después según las leyes del desarrollo psicológico, tales palabras dieron origen a otras. Así pues, las palabras no se inventan, no son el resultado de condiciones externas o decisiones arbitrarias, sino que proceden o se derivan de otras palabras. A veces, las nuevas palabras surgen por haberse transferido el viejo significado a nuevos objetos.» (p. 177)

Las palabras pueden conectarse con los objetos, en las lenguas, a través de imágenes de los objetos, o sin imágenes. Esas imágenes no son, inicialmente, representaciones abstractas o fotografías de los objetos; sino que se refieren a rasgos del objeto a los que, como parte de él, se conectan: una gestalt, parte, o forma, que configura el todo.

Aquí el significado se presenta como un rasgo de las palabras que se conecta con ciertos aspectos de los objetos, con partes que se configuran como el todo del objeto.

Ese decir, en su acción con los objetos, los seres humanos fueron usando palabras que se conectan a partes de los objetos que configuran un todo de ellos; y en ese uso, la palabras fueron siendo usadas en la relación con otros objetos; lo que las llevó a transformarse y a conectarse con unos rasgos totales de unos objetos pero aplicados a nuevos objetos. Ese tránsito, ese cambio es lo que Vygotsky llama la historia de las palabras.

Esa historia no es fruto de una convención, ni de una acción arbitraria; sino que es producto del uso de las palabras en las acciones del ser humano con el mundo material.

La historia de las palabras es producto de un lenguaje que es material, en tanto se concreta en lenguas que se construyen históricamente por la acción del ser humano con los objetos, con la imagen total de esos objetos.

En Vygotsky no hay un lenguaje que exista fuera del ser humano ni aparte de la acción concreta del ser humano; incluso, la lengua es producto de la historia en el uso material de las palabras, de la historia de las palabras producida por la acción social humana.

«las palabras no se originan arbitrariamente, sino siempre en forma de signo natural relacionado con una imagen o una operación; en el lenguaje infantil los signos no aparecen como inventados por los niños: los reciben de la gente que les rodea y tan sólo después toman conciencia o descubren las funciones de tales signos.» (p. 179)

Finalmente, el trabajo sobre la relación material de las palabras y los objetos es producto social humano; la conexión entre la palabra y el objeto no es intrínseca a la relación significante sino externa; es decir, es acción humana material y social.

La construcción del lenguaje no está en la palabra, ni en el objeto; sino en la relación social de los seres humanos con los objetos por medio de la materialidad de las palabras; que luego instaura las funciones del significado. Es producto de la actividad social humana sobre el mundo.

«En el niño, que recibe cada palabra concreta de nosotros, se establece una conexión directa entre la palabra dada y el objeto correspondiente. Esa conexión o reflejo condicionado se origina en el niño por vía natural, ya que el niño no descubre ningún signo nuevo y (ni) utiliza la palabra como signo del objeto dado.» (p. 180)

La acción social humana está determinada por las condiciones materiales de vida; esa materialidad, como determinante, también está presente en la manera en que el niño usa los sonidos, como parte del lenguaje oral, para actuar en el mundo, con los objetos.

Es decir, el lenguaje oral, como mediación humana, está determinado por las condiciones materiales de vida; es manifestación de la materialidad de la vida humana. El lenguaje oral en los niños pequeños forma parte de las acciones sociales de los seres humanos en la producción material de la vida.

Referencias

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Mészáros, I. (2011). Estructura social y formas de conciencia. Volumen I: La determinación social del método. Caracas, Venezuela: Ediciones de la  Presidencia y la República y Monte Ávila Editores Latinoamericana.

Vygotsky, L. (1960). Desarrollo de las funciones psíquicas superiores. Moscu, URSS: Comisión editorial para la edición en lengua rusa. Academia de Ciencias Pedagógicas de la URSS.