¿Y si… no es impasse sino que pasa portado?

¿Cómo es aquello de un lenguaje material? Primero habría que poner sobre la mesa (aquella que aparece virtualmente, la imaginaria, la ideal, como la mesa del afásico de Foucault, la taxonomía de Borges o la mesa de Roussel) un conjunto de elementos que no caben en ella sino que se atiborran como si quisieran estar «de pasada»  y no «en». Entonces, el lenguaje aparece como un im-passe, determinación del deseo, de la fantasía y de la realidad, determinación del capital; pero, también, podría estar de paso, en movimiento, dejando de ser y estando siendo, deviniendo, creación, gozo, conjunción…

El lenguaje se preña de situaciones, de momentos, de acontecimientos cuando el habla sucede, de tal manera que ella lo va llevando por situaciones que no tienen nada que ver con la estructura, lo saca del impasse. Claro, la estructura no desaparece (lo que no existe no puede aparecer o desaparecer, no está; eso sólo puede insistir o desistir, en este caso: estructurar y desestructurar). La estructura puede estar ahí siempre que la queramos invocar, evocar; es lo que suele pasar con las ideas: están dispuestas, expectantes en su mundo a que se les requiera para dar la claridad, la luz y la esencia necesarias a las cosas mundanas con la que nos topamos (deseo, fantasía y realidad, capital). Cuando la estructura cae sobre la experimentación, el habla hace impasse, se congela, se hace realidad dominante: ruido, tartamudeo, dislexia, parloteo, barullo… y parece que nada sucede y que lo mismo vuelve y se impone (se insiste, se rehace normal).

Si el lenguaje no tiene que ver con el sujeto del enunciado (de quien se habla), ni con el sujeto de la enunciación (quien habla), tampoco pasa por la representación (significante y significado) y, ahora, no se deja tomar, colocar, en la estructura; entonces el lenguaje se convierte, aparece, como algo inaccesible, inaprensible, huidizo, en movimiento… material. El lenguaje tiene todo que ver con lo que se hace pasar en la realidad, por las realidades que pasan por lo que se enuncia, se denuncia y se crea, con la materialidad que lo hace suceder… quizá será mejor decir los usos de los lenguajes, las hablas, las enunciaciones, las experiencias, las acciones, los agenciamientos…

El movimiento no se lleva bien con la  estructura; pues la estructura suele querer detener el movimiento y colocarlo a pender de o en ella; hacerlo inmaterial, meta-físico, tejerlo a la idea, al significado, al sujeto, al capital o al deseo. La estructura es el perchero donde uno «deja» las cosas para aquietarlas, aparcarlas; esas cosas que forman parte de lo que se «porta» cuando se va o se viene. Una vez en el perchero, las cosas no se mueven, «dejan de ser portadas», están colocadas ahí, aparecen como cosas muertas en las que no se percibe su desgaste por el uso, por la vida que las ha atravesado; no se portan ni se posan, reposan. Dejaron de ir de un lado para el otro, para permanecer ahí (aparecen como si fueran lo mismo, el mismo valor, pero los viajes ya las han atravesado, ya son otras gracias al uso).

La magia del perchero, su misticismo, es que nos hace creer que el sentido de las cosas no pasa por el «estar siendo portadas – ir a… venir de…» sino que tienen sentido en la medida que emanan del perchero y vuelven él (como si fueran mercancías que van y vienen, que circulan) y que lo que sucede en medio (todo siempre sucede en medio) es superfluo: como si el abrigo es en cuanto regresa al perchero (emana de la estructura y la estructura la recibe) y no pasa cuando deviene, cuando es portado (usado). El lenguaje es en cuanto remite a la estructura (de sentido, sintáctica, gramatical o de valor) y no en cuanto materialidad que pasa, que se usa para crear materialidad (portado y portador en el uso).

En el movimiento de creación de realidades sociales y culturales (por solo mencionar algunas), que es el uso del lenguaje, se pueden hacer muchos énfasis. Por ahora, hagamos dos (o quizá tres): uno que añora quedarse con la imagen fija (apercharse o estructurarse o mercantilizarse) y otro que se va con la imagen en movimiento (imagen-movimiento, que se porta y que se va, que se usa). Tomamos una fotografía o seguimos una película; disyuntiva falsa, aparente como veremos: seguimos una película preñada de fotografías que no dan la intensidad sino que hacen aparecer lo mismo varias veces (mercancías aquí y allá)  pero en la película insiste un imagen-tiempo que pasa por el vínculo que tejemos con los demás: solidaridad, reciprocidad. Lo que pasa es que las intensidades son diferentes y las relaciones cambian (dejan de ser mercantiles), la realidad es una y otra a la vez, pero nunca es la misma; aunque aparezca como la misma (valor y plus-valor) no está siendo la misma, está siendo otra, es plena diferencia (usos variados y conjuntos).

En el primer énfasis, la fotografía rellena, copa lo que falta, si es que se considera que falta algo, como por ejemplo el movimiento; porque, si se considera que no falta nada, se puede quedar la imagen nítida, precisa y clara de lo que «es» (espectro, zombi de lo que fue, de la normalidad que vuelve a ser la misma norma una y otra vez, mercancía que insiste y vuelve y aparece); reaparición de un instante, de un momento, que permanece porque lo demás ya no está. La fotografía, lo que se ha dicho, lo que he dicho, lo que es (o mejor, lo que es porque ya fue).

Cuando ya no se es, sucede la angustia porque el abrigo cogió para algún lado y no reposa en el perchero (se le llevó, se fue), no está ahí, no permanece. Una fotografía dice mucho pero es mucho más lo que paso por al lado de la foto, lo que ya no está en ella (lo que no dice, en el valor se encubren las múltiples relaciones sociales que hacen la producción y el uso), que ella solo evoca (trae, reaparece, hace reposar) y que, en su evocación, pierde lo que efectivamente presenta (la imagen que es y que funciona como evocación, deja de ser uso para hacerse valor): hay más imágenes imaginadas (ausentes, que no están: relaciones sociales, culturales, políticas) que la que efectivamente está (mercantil).

En su aparición, la fotografía es la negación de otras posibles apariciones que están aún allí sin estar presentes, inmanentes; es la secuela de lo que ya no es y no está gracias a que ella es. La fotografía es, está… es evidente pese a, y gracias a lo que ya no es… a lo que fluye. El lenguaje es en cuanto evocación del contenido, de la estructura, del significado, del valor y de la función… de la idea… de la función (la competencia).

Pero si tomamos por el otro énfasis, la situación es otra y las intensidades son otras. En la imagen-movimiento no hay movimiento real (imagen-tiempo) sino movimiento aparente (el intercambio, la circulación); pues en la secuencia de imágenes que se encadenan y que, en su serie, dan la ilusión de movimiento está inmanente el movimiento real (imagen-tiempo, la producción real del trabajo vivo). En la dinámica del lenguaje parece que se realiza el sentido en tanto y cuanto dinámica de intercambio de significaciones, de ideas, de imágenes, de fotogramas. La imagen-movimiento son fotogramas que se suceden en una secuencia de espacio que se parece al tiempo que pasa, son fotografías consecutivas que se suceden en una línea de espacio (cinta grabada, circuito del capital-dinero, circuito del capital-mercancía, circuito de lenguaje: realización del sentido por medio de la comunicación).

Por un lado, la imagen-movimiento es tiempo que no está presente pues son fotografías en el espacio contiguo de la cinta y, por otro lado, es tiempo que aparece otra vez: fotografía que vuelve a aparecer. Múltiples significados que se intercambian gracias a que se «comunican» porque todos refieren a un mismo referente ideal, al universal del lenguaje. La secuencia espacial de los fotogramas da la impresión de que hay un tiempo que sucede en el movimiento falso de las imágenes (como si el abrigo se hubiera ido con otro, pero lo que hizo fue irse, él va: portador – portado incluso sin moverse).

Podemos decir que en una imagen-movimiento hay muchas fotografías hermanadas por la secuencia espacial, que se requieren si el movimiento es lo que vuelve a aparecer con su conjunción: una imagen y otra imagen y otra imagen… una palabra y otra palabra y otra palabra…  una mercancía y otra mercancía y otra mercancía… se conjugan en un movimiento aparente como los circuitos del capital-productivo, capital-mercancía y capital-dinero que son movimientos aparentes (formas de aparición) en cuanto garantizan la realización, valorización y acumulación del plus-valor.

Por lo que no es movimiento, por un lado, ni imagen, por otro lado; es a la vez imagen y movimiento, imagen-movimiento: imagen que parece moverse en cuanto se conjuga físicamente con otras (capital – dinero, capital – producción, capital – mercancía, palabra – significado). Son manadas de imágenes que se avienen para hacer aparecer el movimiento, manadas de palabras que se avienen para hacer aparecer el significado, manadas de mercancías que se aviene para hacer aparecer el plus-valor. Se es cuando aparece como movimiento (capital, significado), como tiempo aparente, supuesto por el espacio de la cinta pero que no es movimiento real, ni tiempo; no es valor de la fuerza de trabajo sino salario, ni plus-valor sino ganancia.

En medio de los fotogramas está el infinito de lo que venía y que aún no es y de lo que es y no va siendo que teje las fotografías más allá de la secuencia espacial y que crea el tiempo; es la intensidad y el sentido que se lanza, el uso que se hace (imagen-tiempo, trabajo conjunto y mancomunado, socialmente útil). En medio de las palabras (incluso de las letras, o fonemas, o sintagmas, o la unidad que sea: mercancía) algo pasa que no se conjuga en ella pero que la hace posible y potente; hay una intensidad (una fuerza) que insiste en cada una y que la hace hacerse con las otras, más allá de la función (significante, mercantil) y más acá de la estructura (de significado, del capital).

El tiempo de la fotografía es aquel: el que fue que ahora evoco, un tiempo pasado que viene con la imagen (reaparición del capital con otra cara, plus-valor que aparece como ganancia). Es oportunidad inmediata (kairós). El tiempo de la imagen-movimiento es la secuencia de pasados que se suman en la cinta para aparecer como secuencia (cronos, mutaciones del capital según los circuitos: producción, mercancía y dinero). El tiempo de la imagen-tiempo es el que está en medio del cronos y su secuencia (que viene, es y va; la fuerza de trabajo y el uso) y, a la vez, está por fuera del momento concreto, de la oportunidad (kairós), del instante que se concreta siempre (realización del plus-valor). Es el tiempo del aión, del instante perpetuo, ahora permanente de los múltiples seres que se desvanecen, imagen que se funde con otra imagen, conjunción del sentir, de la percepción, de la experiencia, del trabajo vivo; es el tiempo del puro devenir: pleno estado de movimiento real de las cosas útiles, de la secuencia intensa de las imágenes que se confunden la una en la otra gracias al movimiento más allá de la cinta, materialidad real de la imagen-tiempo.

No es en la secuencia de los fotogramas donde se da el movimiento sino entre lo que en cada uno impulsa en el otro (el trabajo social útil), en el medio, entre lo uno y lo otro, en la relación entre, lo que sucede en medio de los cuerpos, en el acontecimiento, lo que viene siendo de aquí y hacía ahora (la fuerza de trabajo, el fluir de las condiciones materiales y las relaciones sociales). En el instante que hace que todo vuelva a ser lanzado, en que todo es posible y a la vez imposible. Como con las letras, las palabras, las frases, los fonemas, los sintagmas, los signos o los símbolos, no es lo que en ellos se encadena (en el circuito del capital, o en la secuencia sintáctica o semántica), o lo que cada uno evoca en sí (mercancía o significado); sino lo que pasa y hacen pasar entre ellos, en las monstruosidades que emergen cuando algo pasa entre el lenguaje , entre los seres humanos, entre las condiciones materiales (no por y para el lenguaje, no por y para el capital).

El lenguaje material está en constante fuga, en continuo deshacerse, en continua transformación, vertiginoso cambio que cobra movimiento en la dimensión del sentido, del para dónde coge, por dónde toma, de qué hace pasar y para dónde pasa. Entonces el sentido no tiene que ver con lo que se dice (con el significado, o con la fotografía, o con el capital) sino con lo que se hace pasar, con la modificación, con lo que emerge, con la intensidad que se hace pasar entre los seres, entre lo que es o está, es el venir siendo, el estar siendo, el movimiento que se hace transformación. En la revolución cotidiana.

El sentido no remite a algo que no está, en cuanto referente, contenido, continente o significado, valor o plus-valor; es sentido en cuanto dirección concreta, en cuanto intensidad precisa que hace que se vaya por cual o tal camino, es materialidad de la acción, es creación en una dirección, es agenciamiento productivo, creador de modos de vida, revolución constante. Y el asunto de la dirección tiene que ver con la manera en que esos movimientos toman por un camino o por otro o por otros (o por uno y otro y otros) y ello tiene todo que ver con los modos de captura, producción y reproducción de modos de vida concretos, con la manera en que se hace la vida material, concreta y con la manera en que la ideología aparece.

Referencias

Deleuze, G. (1984). Estudios sobre cine 2. La imagen-tiempo. Barcelona, España: Paidós.

Deleuze, G. (1994). Lógica del sentido. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Paidós.

Deleuze, G. y Guattari, F. (1978). Kafka: por una literatura menor. México, D.F., México: Ediciones Era.

Guattari, F. (2013). Líneas de fuga: por otro mundo de posibles. Buenos Aires, Argentina: Cactus.

Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2014). El capital. Tomo I, II y III. México, D.F., México: FCE – Fondo de Cultura Económica.

Serres, M. (1996). La Comunicación. Hermes I. Barcelona, España: Editorial Antrhopos.

Serres, M. (2002). Los cinco sentidos ciencia, poesía y filosofía del cuerpo. México, D.F., México: Taurus.


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