Saberes abstractos…

El poder de la ciencia vulgar (esa que es prima hermana de la economía vulgar: la que está en función de los intereses del capital) cobra más fuerza en cuanto el modelo de vida dominante logra aparecer como natural, debido y normal; en cuanto sentimos, percibimos, hacemos y pensamos de manera capitalista.

Se replicará que la ciencia está por encima de las minucias y de las pequeñeces de la política y del poder, que ella ha logrado librarnos de las cadenas del tiempo, del espacio, de la naturaleza y del despotismo humano; que nos ha permitido soñar y hacer realidad los más altos ideales de la humanidad: libertad, igualdad y fraternidad.

Por ahora, no polemizaremos con los «favores» de la ciencia vulgar para ayudar a forjar la libertad (de intercambio de mercancías), la fraternidad (entre los operadores del capital) y la igualdad (entre los agentes del mercado) de la humanidad (aquella que consumen mercancías). Haremos como si estos fueran intereses extra-teóricos y que, por ello, es inconveniente juzgar a la ciencia con las mundanalidades de la vida económica y política; el conocimiento es valioso en sí mismo, no tiene precio (solo un comentario: ¿de qué valor se habla o de qué precio se trata?)

Supongamos que la ciencia (a secas, por el momento) es la forma de conocimiento que está unida al proceso sistemático de búsqueda de la verdad según condiciones de predicción y replica (repetición y comprobación) – luz, certeza y confiabilidad – y es la que ha permitido que el conocimiento no esté en manos y al amaño de unos cuantos con poder y que se haya democratizado al permitir que cualquiera acceda a la verdad, la ponga en cuestión (capacidad de falsación) y se someta a la discusión con sus iguales.

También supongamos que, en esa concepción de conocimiento, hay una realidad que existe por fuera de nosotros (incluso podemos asumir que hay una realidad que construimos nosotros y otra que está dentro de nosotros) y que el conocimiento científico nos permite desvelarla, descomponer sus partes, establecer los mecanismos que le dan consistencia, funcionamiento y sentido (relaciones, vínculos, dependencias) y presentar, por último, las reglas, las normas y las leyes que rigen el funcionamiento de esa realidad.

Finalicemos con esta suposición; según el tipo de elemento que compone la realidad, se configura una manera de conocer específica. Según el objeto de la realidad del que se trate, el modo de ciencia sería otro. Los modos de desvelamiento, descomposición, re-composición y difusión del conocimiento variarían según el objeto de estudio.

Revisemos cada una de las suposiciones. El modo sistemático para desvelar la realidad con base en sus componentes y sus relaciones es una manera para conocer que se concentra en llegar a la esencia, al ser de las cosas por medio de los hechos y de los fenómenos. Este modo de conocimiento forma parte de la perspectiva cultural que da por sentado que en el fondo de las cosas, los hechos y los fenómenos hay una esencia que constituye su ser (numen).

La ciencia, que se dice lejana a los poderes de la iglesia y los señores poseedores de la tierra, se basa en la creencia en la idea y en su proyección en las cosas; las cosas son la apariencia de las ideas, del numen y del ser. Las manifestaciones hacen discurrir materialmente a las ideas, a las esencias y al ser. La materia es expresión de las ideas. Para participar de la ciencia hay que hacer el acto de fe de creer que las cosas son en tanto manifestación y expresión de las ideas, son fenómenos. Hay algo inmediato y material (la cosa) y algo abstracto y general (la idea); a través de la interacción perceptible de una se llega al conocimiento de la otra.

Estudiando las cosas, los hechos y los fenómenos se puede encontrar, descubrir, conocer su esencia, su ser y la dinámica de funcionamiento que los constituye. El conocimiento científico profesa la fe en el mundo de las ideas, de la esencia y del numen y en que ellas se expresan, aparecen, se manifiestan en las cosas, en los hechos y en los fenómenos.

La necesidad de verdad, de predicción y de confiabilidad forman parte de la profesión de fe en el mundo de las ideas y su proyección en el mundo de las cosas, la creencia en el numen y su fenómeno. Lo verdadero es el conocimiento que logra ver en la manifestación (la cosa) su esencia, su ser (la idea). Más allá de lo que se ve, está el ser de la cosa, su consistencia interna, sus partes, sus relaciones y las leyes que la definen. Una vez conocida (desvelada) la esencia de la cosa; por su condición general, la idea cubrirá, determinará la cosas que se asemejan, las manifestaciones que la expresan y unirá las particularidades a los elementos comunes; y, a su vez, por su condición ideal (inmaterial, abstracta), la idea podrá aparecer en diferente lugares y momentos, se replicará, aparecerá en otros hechos o cosas, se hará norma, ley. La idea ofrece la luz, la certeza y la confianza en que las cosas son lo que son: expresión del mundo de las ideas.

Si el mundo de las ideas se expresa en las cosas, esa expresión solo puede estar signada por la realidad. Tautología potente, la realidad es la manera en que las cosas aparecen como expresión del mundo de las ideas y, en tanto expresión fiel, la presentación de la realidad resulta verdadera. La realidad es la manera en que el mundo de las ideas aparece en las cosas y esa apariencia solo puede ser una (la cierta) y aunque se pueda suponer que el estudio de esa expresión (proceso de conocimiento) va por aproximaciones a la manera en que se presenta el mundo de las ideas, lo que aparece (y la aproximación a su esencia) es una forma parcial de conocimiento del mundo de las ideas y, en tanto tal, es una realidad parcial, pero una realidad. La realidad posible en el mundo de las cosas (presentación o representación) forma parte de la perfección, la pureza, la certeza y la verdad que habitan en el mundo de las ideas. Esto no es gnoseología ni epistemología, es teología pura.

Hay un mundo de las ideas y hay una expresión adecuada en el mundo de las cosas (lo real); lo que es parcial y múltiple son las maneras en que se logra conocer el vínculo entre la idea y su manifestación: las cosas, los hechos o los fenómenos. Entonces la realidad está ahí (es la expresión del mundo de las ideas en el mundo de las cosas) y, a la vez, es una construcción (desvelamiento) según la manera en que el conocimiento permite establecer ese vínculo. Pero la fe pide que se crea que hay una realidad que se conoce y ese conocimiento es un proceso de aproximación, parcial y en construcción, a la verdad que vive en el mundo de las ideas.

Si solo podemos acceder a la idea, al concepto, al ser, a la sustancia y al numen por lo que podemos percibir en el mundo de las cosas; entonces, los tipos de cosas determinan el proceso de aproximación a la idea (el conocimiento). Si son cosas, o hechos, o dichos, o pensamientos o sus relaciones, o sus dinámicas, o sus procesos; la forma en que se llega a la idea ha de ser diferente. El conocimiento que se pide realizar se ajusta a la manera en que el mundo de las ideas aparece en el mundo de las cosas. Cuando estamos en el proceso de conocimiento, la palabra «cosa» se transmuta en «objeto»; entonces se habla de objetos de conocimiento.

Si el objeto son formas puras (lógica y matemáticas), hay ciencia pura; pero si el objeto son los hechos, entonces son ciencias fácticas que están formadas por objetos físicos y químicos. Pero en los hechos (factos) hay unos procesos que se topan con algo que se llama vida y, entonces, el objeto es la vida, el nivel es biótico y las ciencias son las naturales. Una manera específica en que se da el mundo de los hechos, e incluso el mundo natural, es la que surge con los seres humanos, entonces el objeto es lo humano y sus relaciones diversas, lo social;  aparecen las ciencias humanas y las ciencias sociales. Regularidades fácticas, complejidades bióticas, significaciones humanas y relaciones sociales están a la base de la manera en que esos objetos se presentan para acceder a la sustancia, el ser, la idea y el numen (con las relaciones, las dinámicas, los procesos o las acciones que se dan entre ellos).

La configuración de la realidad como un hecho, como fenómeno, implica una manera cultural, histórica, social y política de producir la vida material, biológica, humana y social. Entonces, el proceso de conocimiento está condicionado por las relaciones específicas de producción de la vida que los seres humanos han ido construyendo, de manera dinámica, en su devenir histórico. No son acciones inmateriales, aunque se digan en dirección a la idea o la abstracción; hay una materialidad intrínseca en la manera en que se concibe el conocimiento que está asociada con la forma en que una sociedad produce la vida en un momento y lugar específico. Nuestro momento y lugar es el modo de producción capitalista de la vida, por lo que la forma en que queremos conocer y el saber que creemos crear forma parte de ese modo de producción general.

La ciencia vulgar es aquella que funciona en beneficio del proceso de producción capitalista; no es vulgar por oposición a una ciencia especial sino que es vulgar porque reproduce el modo de producción capitalista en su forma y en su contenido, es funcional a los intereses de los agentes del capital. Da por sentado que la condición inmaterial de las cosas determina la materialidad: el capital (la valorización del valor) determina la manera en que se manifiestan las cosas (mercancías). Lo inmaterial (la idea) es lo fundamental de las cosas (objetos).

Los modos en que la ciencia aparece como expresión (única y valiosa) del acercamiento a la verdad (idea) a través de la realidad (fenómeno) refuerza el concepto de que la compra – venta de la mercancía expresa la creación de la ganancia como parte de la valorización del valor (del capital). La verdad de la ciencia es tan cierta como la evidencia de la ganancia que se crea con la venta de la mercancía en el mundo capitalista. El interés intra-teórico de la ciencia está fundamentado en la realización de la valorización del valor como única forma de relación entre las cosas y de los seres humanos que se realiza en la compra – venta de mercancías (el mundo de las ideas es primo hermano del mundo del capital).

Referencias

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Vasco, C. (1990). Tres estilos de trabajo en las ciencias sociales. Comentarios a propósito del artículo “Conocimiento e interés” de Jürgen Habermas. Bogotá, Colombia: Cinep.


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